EL 12 DE SEPTIEMBRE DE 1502 COLÓN SE REFUGIÓ EN CABO GRACIAS A DIOS
Septiembre tiene un significado especial para la nación nicaragüense. Tres fechas de trascendencia coinciden en el mes de Septiembre.
La primera es la efemérides olvidada, o al menos no conmemorada: 12 de Septiembre de 1502, Día de la llegada de Cristóbal Colón a Nicaragua, junto con 150 españoles y cuatro carabelas.
La segunda es el 15 de Septiembre de 1821, señala el balbuceo de Independencia con la proclamación del Acta de la Independencia que, lastimosamente solo duró 3 meses y medio, porque Centroamérica anuló su independencia uniéndose al Imperio Mexicano de Iturbide.
La tercera es el 14 de Septiembre de 1856 que conmemora el triunfo nicaragüense en La Batalla de San Jacinto derrotando a los filibusteros esclavistas de William Walker.
La última expedición de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo salió del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1502 y la conformaba una flota de cuatro carabelas de mediano tonelaje Cristóbal Colón se embarcó en el Puerto de Cádiz el 19 de Mayo de 1502. Así inició el Almirante su cuarto viaje al nuevo continente ignorando que era el último que en su cuarto y último viaje, don Cristóbal logró tocar tierra firme continental de América, en las costas caribeñas de lo que hoy son Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. En Nicaragua, como el resto del continente, se conmemora la llegada de Colón a la primera tierra insular americana el 12 de Octubre de 1492, fecha del desembarco en la Isla de Watlings, que Colón bautizó como San Salvador, los nativos le llamaban Guanahaní, pequeña isla que hoy pertenece al archipiélago de Las Bahamas. Para los nicaragüenses debería ser más importante el 12 de Septiembre de 1502, por tratarse de la llegada de Cristóbal Colón a lo que hoy es Nicaragua.
Cuatro naves de mediano tonelaje componían aquella flota del cuarto viaje: «La Capitana», «Santiago de Palos», «La Gallega» y «La Vizcaína». Ciento cincuenta hombres integraron la tripulación. Entre ellos Bartolomé Colón, hermano del Almirante, y Fernando Colón, su hijo, que apenas tenía 14 años.
La cuarta expedición salió de Cádiz y el Almirante ordenó enrumbar a La Española, que ya era una colonia de España bajo la gobernación de Nicolás de Obando, un envidioso y enemigo de Colón, que le prohibió desembarcar en La Española, que los nativos llamaban Quisqueya, que hoy comparten Haití y República Dominicana.
Colón se dirigió a la Bahía de Las Calderas, fuera de la jurisdicción de Obando. Ahí reparó sus naves, se abasteció de agua y comestibles.
El 14 de Julio la expedición continuó su viaje, pasó frente al sur de Cuba y fue empujado hacia el Este por los fuertes vientos típicos de la temporada anual de huracanes en el Mar Caribe (Agosto-Septiembre-Octubre), penetrando a aguas desconocidas. Quince días después llegaron a una pequeña isla que Colón bautizó como Isla de Pinos, llamada hoy Guanaja, frente a la Costa Caribe o Costa Norte de Honduras. Siguieron navegando hacia el Sur hasta encontrar tierra firme, pero Colón no sabía si era otra isla y no se imaginaba que era un gran continente.
Teniendo a la vista la costa hondureña, Colón se encontró con un gran pipante. Era una enorme canoa de más de veinte metros de largo y dos y medio de ancho, impulsada por 25 remadores, con una cabina central para pasajeros y carga, en la que viajaba un rico comerciante aborigen presumiblemente de Yucatán, que venía del Sur, es decir de Nicaragua, y viajaba hacia el Norte, o sea a Yucatán.
Colón ordenó la captura de esta nave, que fue narrada por Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, en la biografía de su padre, escrita 30 años después, con estas palabras textuales:
«Estando el Adelantado en aquellos mares, quiso su buena suerte que llegase entonces una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de anchura, toda de un solo tronco, la cual venía cargada de mercancías de las partes occidentales (del lado de Nicaragua) hacia la Nueva España (México). La gran canoa tenía en el medio un toldo hecho de hojas de palma, no distinto del que llevan las góndolas de Venecia. Bajo aquel toldo estaban los niños, las mujeres, y todos los bagajes y mercancías. Los hombres que llevaban la canoa, aunque eran veinticinco, no tuvieron ánimo de defenderse contra los bateles que les persiguieron. Tomada, pues, la canoa por los nuestros, fue llevada a los navíos donde el Almirante, que mandó que se sacase de la canoa lo que le pareció ser de mayor vista y precio».
Con toda sencillez e ingenuidad, Hernando Colón relata un acto de piratería cometido por su padre y el registro y saqueo en busca de oro y perlas. Entre los artículos de la canoa encontró hachuelas de buen cobre, crisoles para fundir metales y figuras de oro bajo. Por los artículos robados al comerciante de la gran canoa y los interrogatorios, Colón decidió tomar rumbo al occidente (hacia Nicaragua) y no hacia el oriente (hacia México). Navegando con dirección Sur paralelo a la costa en busca de la fuente del oro. Descubrió el puerto que hoy se llama Trujillo y que bautizó como Punta Caxinas y desembarcó el 17 de Agosto de 1502 en la desembocadura del Río Tinto para reabastecerse.
Estaba recién saliendo a continuar la navegación suroeste cuando la escuadra fue abatida por una violenta tempestad que hizo creer a Colón y sus hombres que les había llegado un trágico final; pero sus angustias finalizaron al doblar el Gran Cabo de Gracias a Dios, donde desemboca el río Coco o Segovia o Wanki en territorio de la actual Nicaragua.
Cristóbal Colón: primer europeo en Nicaragua
Colón dedicó medio día a reposar con sus hombres de las luchas contra la tempestad al amparo de la placidez y seguridad que le daba el cabo nicaragüense. Evaluó los daños y se dió cuenta que necesitaba abastos. Colón nunca imaginó que su persona, además de descubridor de Nicaragua, era el primer europeo más exactamente judíogenovés con tripulación española, que ponían sus plantas en lo que hoy es parte del territorio de Nicaragua.
Continuó navegando paralelo a la Costa Caribe de Nicaragua, admirando y anotando cada detalle geográfico de la tierra recién descubierta. Pasó navegando frente a las desembocaduras de nuestros ríos atlánticos: Ulang, Likus, Wawa (cerca de Puerto Cabezas), Kukalaya, Bambana y Prinzapolka.
Pero la impresión del Almirante fue mayúscula cuando sintió una fuerte corriente que se adentraba en el mar con impetuosa energía, era el descubrimiento del río que antiguamente se creía era el actual Río Grande de Matagalpa; pero los estudios meticulosos del Dr. Jaime Incer, demostraron que se trata del Río Escondido, ubicado a 70 leguas (350 kilómetros) del Cabo Gracias a Dios, concordantes a las medidas del navegante Diego de Porras, que era uno de los expertos que viajaban con Colón, posteriormente confirmadas por el ingeniero español Porta y Costas, todo lo cual confirma al actual Río Escondido.
Colón envió dos de sus bateles de cuatro remeros y un guía a explorar la enorme corriente de agua dulce, río arriba, mientras él esperó en las carabelas abasteciéndose de leña, agua, frutas y reparando los daños causados por la tormenta. Mala suerte: los exploradores del río naufragaron cuando los embistió un frente de agua que bajaba impetuoso de las montañas, arrastrando piedras, árboles y materiales. Murieron al menos dos de ellos. Colón bautizó al hermoso, pero implacable río, con el nombre de Río del Desastre. Los primeros europeos que murieron en Nicaragua en 1502 al volcarse la lancha en la desembocadura del Río del Desastre fueron los vascos: Martín de Fuenterabia y Miguel de Lariaga. Así lo narra Hernando Colón: «Como teníamos necesidad de tomar agua y leña, el sábado 16 de Septiembre, envió el Almirante dos bateles a un río que parecía profundo y de buena entrada; pero no fue tal para la salida, porque habiéndose enfurecido los vientos del mar, y estando ésta muy gruesa, rompiendo contra la corriente de la boca, embistió a las barcas con tanta violencia que zozobró una y pereció toda la gente que en ella iba, por lo que el Almirante le llamó Río del Desastre».
De acuerdo con los minuciosos estudios del Dr. Jaime Incer Barquero, el bautizado por Colón como Río del Desastre, corresponde al actual Río Escondido y la fecha correcta del naufragio del batel fue el sábado 17 de Septiembre de 1502.
El Almirante ordenó continuar el viaje. Se desvió un poco para explorar dos islas que él llamó Islas Limonares, hoy Great y Little Corn Island; después continuó explorando hacia el sur. Se detuvieron en Monkey Point donde la expedición bajó a tierra firme. «Allí encontraron los españoles la mejor gente, tierra y mansión de cuantas habían hallado. Los cerros eran hermosos, frescos los ríos y tan elevados los árboles, que según la expresión del cronista, se iban al cielo. La isleta verde y cubierta de preciosas flores , estaba a distancia de cerca de una legua del pueblo de Cariari» así lo anotó el historiador Tomás Ayón.
El arqueólogo nicaragüense Jorge Espinosa Estrada exploró la región basado en la narración del propio Colón y descubrió que el pueblo de Cariari estuvo ubicado en lo que hoy se llama Monkey Point o Punta Mico, pero Colón lo bautizó con el nombre de Cabo Roas.
Espinosa Estrada descubrió concentraciones de conchas o «conchales» donde la población desechaba las valvas vacías después de alimentarse con el contenido de estos mariscos. Y en efecto, frente a Monkey Point aún está la islita, siempre verde, que Colón y sus tripulantes llamaron El Huerto. El escenario está ubicado al sur de la desembocadura del Río Escondido. Tomás Ayón lo describe así: «á donde llegaron muchos naturales con arcos, flechas, dardos y macanas, manifestando estar dispuestos á la defensa de su tierra. Los hombres llevaban los cabellos trenzados y atados alrededor de la cabeza; las mujeres los usaban cortos, como los usan los hombres actualmente (1882). Haciéronles los castellanos una señal de paz y para mejor aquietarlos les mostraron voluntad de rescatar oro. Los indios convencidos de que los extranjeros se hallaban en actitud pacífica por haberlos visto pasar dos días seguidos reparando los buques, oreando sus provisiones, proporcionándose descanso y preparando su marcha, resolvieron ir hacia ellos. Por carecer de embarcaciones, pasaron á nado, llevando algodón, oro bajo y mantas fabricadas en el lugar».
El Almirante, con el objeto de manifestarles desinterés, prohibió que se les tomase cosa alguna. «Esa indiferencia estimuló a los indios. Repitieron sus señales con insistencia, invitando á los españoles á que pasasen a tierra; y mostrándoles sus mantas y otros objetos de cambio, dándoles á entender que deseaban negociar con ellos. El Almirante envió algunas cosas a los indios; pero como estos vieron que los españoles no hacían caso de las suyas, pusieron a orillas del mar cuántas habían recibido de ellos para que las tomasen cuando saliesen a tierra. Comprendieron que los extranjeros desconfiaban, y para disiparles todo temor, mandaron a la costa a un indio viejo con una bandera y dos muchachas, una de catorce y otra de ocho años, llevando ambas joyas de oro en el cuello. Llegaron a tierra dos embarcaciones para conducir agua: los indios permanecieron quietos, sin hacer cosa alguna que pudiera infundir recelo a los castellanos y les instaron á que desembarcaran, seguros de no recibir daños de su parte. Cuando regresaban los españoles con el agua, recibieron invitación de los indios para que se llevasen á las dos muchachas; así lo hicieron importunados por el viejo. Las jóvenes entraron á la embarcación tan tranquilas como si hubieran ido á estar entre personas conocidas».
El propio Cristóbal Colón, en su carta de relación de su cuarto viaje enviada a los Reyes de España, dijo con respecto a estas muchachas indígenas:
«Cuando llegué allí me enviaron dos muchachas muy ataviadas: la mas vieja no seria de once años y la otra de siete: ambas con tanta desenvoltura que no serían unas putas: traían polvos de hechizos escondidos: en llegando las mandé a adornar con nuestras cosas y las envié luego a tierra».
O sea que la misión de estas muchachitas era conjurar cualquier brujería o protegerse de los extraños visitantes utilizando su propia magia o creencia religiosa. Después de estos requiebros, mensajes y negociaciones entre ambos grupos, visitas mutuas y un recorrido por el pueblo que hizo Bartolomé Colón enviado por su hermano, reportó estas observaciones:
«Las casas eran de madera, cubiertas con cañas; dentro de ellas tenían sepulturas con cadáveres secos y embalsamados, envueltos en sábanas de algodón y adornados con preciosas joyas. Sobre las sepulturas había tablas en que estaba esculpida la figura de algún animal o el retrato del que yacía sepultado». Estas vivencias fueron producto del primer contacto de los europeos con los nativos de la tierra que se convertiría en Nicaragua.
Cuando el Almirante decidió partir, ordenó que se capturásen dos indios que le parecieron honrados y de los principales, para que sirviesen de guías, prometiendo que después los devolvería (lo cual era una descarada mentira). La tribu envió a cuatro comisionados a ofrecer sus tesoros a cambio de la libertad de los dos hombres; pero Colón se negó a restituirlos y ordenó dar a los mensajeros algunas bisuterías y el precio de dos puercos.
El 25 de Septiembre de 1502, después de 13 días de estar en Nicaragua, Cristóbal Colón salió de las costas nicaragüenses y continuó su navegación hacia el oriente y según su informe llegó hasta lo que hoy es Panamá. De la suerte de los dos indígenas secuestrados por Colón, no se tuvo jamás noticias.
Al finalizar las dos semanas de la presencia de Cristóbal Colón en la Costa Caribe de Nicaragua, navegó al sur y nunca más volvió a Nicaragua… ni al nuevo mundo que había descubierto para España. En su extensa «Lettera Rarissima», que fue el informe oficial que el Almirante le envió a los Reyes Católicos de su cuarto viaje, Colón no mencionó absolutamente nada ni siquiera los muertos del río del Desastre, nada de su navegación por los 500 kilómetros de las costas de Nicaragua.
Su hermano y cartógrafo, Bartolomé Colón, levantó un mapa de la Costa Caribe de Nicaragua, primer mapa del territorio nicaragüense, donde claramente se ven las montañas del interior, marcadas con el nombre «Sernathinis Montes» en un país que él denomina «Sinarum Situs» y coloca en Asia. En el mapa se identifica al Cabo Gracias a Dios como «Punta de Consuda» (Punta del Consuelo), se ve la Costa Caribe de Nicaragua y después el puerto de Cariari, hoy Puerto Limón, Costa Rica.
Colón les ocultó a los Reyes Católicos este mapa y muchas otras cosas. Después de graves vicisitudes, luchas y hasta combates con otros españoles que ya gobernaban las islas del Mar Caribe, enfermo, desilusionado y empobrecido, Cristóbal Colón decidió volver a España llegando al Puerto de San Lúcar de Barrameda el 7 de Noviembre de 1504. El destino le jugó otra mala pasada: su protectora, la Reina Isabel La Católica murió el 26 de noviembre de 1504, cuando Colón apenas tenía 19 días de haber regresado de su cuarta expedición. El Rey Fernando no simpatizaba con Colón y fue el causante de muchas de sus desgracias.
En Mayo de 1505 visitó al Rey Fernando de Aragón, en unión de sus hermanos e hijos. La llegada de Colón no fue agradable al Rey: «la indigencia en que se presentaba era una acusación de ingratitud» acotó Ayón.
Postrado en una casa de caridad de la ciudad de Segovia, sin amigos y sin dinero (que es lo mismo), después de haber atendido sus asuntos terrenales, recibió los Santos Sacramentos de la Iglesia Católica, como correspondía a un judío converso.
El Almirante cerró sus ojos a un mundo ingrato y abrió su alma a la eternidad, pero sus mortales ojos alcanzaron a ver nuestra Nicaragua, bautizando en nombre de Dios una porción de Nicaragua, como una oración premonitoria antes de entregar su espíritu al Creador. Cristóbal Colón murió el 20 de Mayo de 1506 en Valladolid, España.