ED-575-Marzo-2024.- 1909: Montoyita, Monumento al Soldado Nicaragüense, es el monumento, el más antiguo que permanece erigido en la ciudad de Managua. Fue inaugurado el 1 de Enero de 1909, con un discurso del Dr. José Dolores Gámez, insigne historiador y político nicaragüense, cuando era Ministro de Gobierno (equivalente a Primer Ministro), del régimen del Gral. José Santos Zelaya López. O sea que este monumento cumplió 115 años en enero de 2024. El monumento ha resistido los dos grandes terremotos que han destruido a la capital en 1931 y 1972.
También ha sobrevivido a las turbulencias políticas, pero la gran mayoría de la población ignora a quién, por qué se erigió este monumento y que representa. Originalmente se colocó en el Parque Central, frente a la puerta central de la Parroquia de Managua, templo anterior a la Catedral que vemos en ruinas por el terremoto de 1972. En 1946 para construir la actual Plaza de la República, el Ministro del Distrito Nacional (Alcalde) Gral. Andrés Murillo Rivas construyó y pavimentó la Avenida del Ejército, nombrándola así en honor al Ejército de Nicaragua que existió de 1893 a 1910, al que perteneció el adolescente Ramón Montoya Acevedo.
En el extremo Sur de la Avenida del Ejército, el Alcalde Murillo colocó en 1946 el Monumento al Soldado Nicaragüense, popularmente conocido como Montoyita, donde se encuentra todavía en 2024, bastante abandonado e ignorado. El entusiasmo demostrado por el Gral. Andrés Murillo se dibió a que él había sido oficial del Ejército de Nicaragua y participó en la guerra de 1907. El Gral. Murillo era hermano de Rosario Murillo Rivas, segunda esposa de Rubén Darío y, por tanto, cuñado del gran poeta. La estatua representa al joven soldado Ramón Francisco Montoya Acevedo, que nació en la ciudad de León en 1893, hijo de don Francisco Montoya, músico de la Banda de los Supremos Poderes, y de doña Francisca Acevedo.
La familia Montoya se trasladó a Managua y se estableció en el antiguo barrio El Nisperal, rebautizado como barrio Cristo del Rosario, en el sector donde estuvo la Escuela de Artes y Oficios. Al estallar la guerra de 1907, Montoyita le dijo a sus padres: «me voy a la guerra porque no quiero que me cuenten cuentos y Nicaragua me necesita». La guerra había comenzado con el inesperado y alevoso ataque del Ejército de Honduras a la guarnición nicaragüense del puesto fronterizo de Los Calpules, Chinandega, el 9 de Enero de 1907. Nicaragua no respondió la agresión y se sometió a un arbitramiento diplomático.
Esto fue interpretado como debilidad de Nicaragua y estando enmedio de las negociaciones, el Presidente Manuel Bonilla de Honduras, ordenó un nuevo ataque, esta vez al poblado fronterizo nicaragüense de Tapacales, en Nueva Segovia, el 19 de Febrero de 1907; pero el Gobierno de Zelaya y el Ejército de Nicaragua ya estaban preparados y alertas, lograron contraatacar y rechazar la agresión e hicieron huir a los invasores tras derrotarles. En ese segundo intento, las tropas hondureñas estuvieron comandada por el nicaragüense Gral. Emiliano Chamorro Vargas, del partido Conservador, que combatía al lado de los extranjeros y les alentaba a la agresión porque era enemigo político de Zelaya.
El gobierno de Zelaya puso a Nicaragua en pie de guerra y lanzó una ofensiva de tres columnas de ejército que penetraron al territorio hondureño. Una por Chinandega.
Otra por Nueva Segovia y la tercera por mar, que desembarcó en la Costa Norte de Honduras. El Ejército de El Salvador, comandado por el Gral. José Dolores Presa, se unió al de Honduras para hacer la guerra a Nicaragua. El Gral. Presa se hizo célebre al pronunciar esta frase delante de sus tropas y periodistas al salir de San Salvador al frente de su ejército: «Hoy me he amarrado las botas en el Cuartel de El Zapote en San Salvador; y mañana por la noche me desamarraré las botas en el Campo de Marte de Managua». Las tropas nicaragüenses ganaron todas las batallas a los ejércitos combinados y aliados de Honduras y El Salvador, hasta llegar al sitio llamado Namasigüe, cerca de Choluteca, en territorio de Honduras, donde ambos ejércitos fueron reforzados para combatir al Ejército de Nicaragua, seguros que destruirían a las tropas de Zelaya y derrocar a su gobierno.
Los nicaragüenses, con la combatividad heróica de sus dos mil soldados, incluyendo a los más jóvenes –como Ramón Montoya-, derrotaron a los seis mil soldados honduro-salvadoreños en Namasigüe. Las tropas nicaragüenses estaban comandadas por el Gral. Aurelio Estrada y el Gral. Roberto González, apodado posteriormente «El león de Namasigüe». El Ejército de Nicaragua estaba entrenado con técnicas y tácticas alemanas de combate que se enseñaban a los oficiales en la Academia Militar fundada en 1904 y utilizó por primera vez en Centroamérica, armas como la ametralladora Gatling, inventada por el norteamericano Richard J. Gatling.
En esta batalla murió el soldado Ramón Francisco Montoya Acevedo, el 22 de Marzo de 1907, a los 14 años de edad, cuando llegó a la cumbre de la loma El Grito señaló la posición del enemigo y pidió que lo siguieran al ataque, en ese momento una bala le arrebató la vida, convirtiéndose en el ícono del heroísmo en dicha batalla y de la guerra de 1907. La Batalla de Namasigüe duró una semana, del 17 al 23 de marzo de 1907, concluyendo con la victoria total de Nicaragua. Después de Namasigüe, los nicaragüenses se tomaron y ocuparon sin resistencia la ciudad de Choluteca, encontrándola vacía de soldados, los dos ejércitos enemigos iban huyendo.
Los nicaragüenses persiguieron a los restos de los ejércitos que se dirigían, unos hacia El Salvador y el otro hacia Tegucigalpa. Los salvadoreños escaparon precipitadamente a su territorio. El Ejército de Nicaragua tomó sin resistencia los pueblos de San Lorenzo y Nacaome, y logró alcanzar a lo que quedaba del Ejército de Honduras, que no obstante la derrota, logró reorganizarse en un lugar llamado Maraíta, a 17 kilómetros de Tegucigalpa. Los hondureños estaban bajo el mando del Gral. Sótero Barahona, que era Ministro de Guerra de Honduras. El combate de Maraíta fue intenso y duró tres días. Los combatientes nicaragüenses estimulaban su espíritu de lucha gritando: «¡Adentro, jodido; acuérdense de Montoyita!».
Las tropas nicaragüenses, bajo el mando del Gral. Emiliano Herrera, derrotaron definitivamente al Ejército de Honduras en la Batalla de Maraíta que fue la consumación de la guerra de 1907. Solamente quedaba tomar por asalto la ciudad de Tegucigalpa, capital de Honduras. Cuando el Presidente Bonilla supo de la victoria nicaragüense y la consecuente derrota de sus tropas, salió huyendo de Tegucigalpa a refugiarse en la Isla de Amapala en el Golfo de Fonseca, donde fue protegido por barcos de guerra norteamericanos. Estados Unidos estaba empeñado en derrocar al Presidente de Nicaragua, Gral. José Santos Zelaya López y todo indica que el Presidente Theodoro Roosevelt había empujado a los gobiernos de Honduras y El Salvador contra el Presidente Nicaragüense.
Zelaya envió al Golfo de Fonseca una flota de tres vapores de guerra medianos, transportando tropas nicaragüenses bajo el comando del Gral. Julián Irías, quien ordenó el bombardeo a la isla de Amapala. Estados Unidos pidió al Gral. Zelaya que suspendiera el ataque y se respetara la vida del Gral. Manuel Bonilla, convertido ya en expresidente de Honduras. El Gral. Irías recibió órdenes de respetar la vida de Bonilla, pero antes debía entregar todas las armas y renunciar formalmente a la presidencia de Honduras y así se hizo. Mientras tanto las fuerzas nicaragüenses ocuparon Tegucigalpa e impusieron como nuevo Presidente de Honduras a Miguel E. Dávila, que gobernó de 1907 a 1911.
Cientos de soldados nicaragüenses murieron en aquella guerra provocada solamente para derrocar al Presidente Zelaya. Como oficial del Ejército de Nicaragua, combatió en esa guerra el Gral. Terencio Sierra, liberal hondureño exiliado en Nicaragua –casado con la dama granadina Carmen de Sierra–, el Gral. Sierra había sido Presidente de Honduras de 1900 a 1903. Murió en Nicaragua y está enterrado en el Cementerio de Granada. En honor, memoria y gloria de aquellos soldados nicaragüenses que murieron en suelo extranjero, el Gobierno del Gral. Zelaya erigió el Monumento al Soldado Nicaragüense, que no representa a los Generales, sino al soldadito voluntario raso Ramón Montoya.
El diseño del monumneto lo realizaron los italianos Luisi y Ferracutti, propietarios de la marmolería de mayor prestigio establecida en Nicaragua en esos años, y la enviaron a fundir en bronce a Italia. Al pie del monumento a Montoyita está la escultura en marmol de una dama triste con un gorro frigio y cabizbaja representando a la Patria adolorida por la muerte de los nicaragüenses en Namasigüe y la guerra de 1907. La escultura de Montoyita le representa en el momento trascendente en que murió: señalando la ubicación de los enemigos. Iguales a Montoyita eran muchos de los soldados nicaragüenses de aquella época enfundados en el mismo uniforme exterior e interior: descalzos, sombrero de paja, chamarra enrrollada a la cintura, salbeque para municiones y comida (queso, tamales, pinol y dulce de rapadura llamado también panela), cantimplora, fusil Mauser alemán, coraje y Amor Patrio, así con mayúsculas.
Por el caracter iconoclasta de muchos nicas, alegan que el diseño del Monumento a Montoya está inspirado –y dicen que plagiado– de la célebre pintura «La Libertad guiando al pueblo» (1830) del artista francés Eugenio Delacroix, lo cual podría tener algo de verdad, pero no tiene ninguna importancia. Lo que sí tiene trascendencia histórica es que Zelaya fue derrocado por el imperio norteamericano en diciembre de 1909 y ese mismo imperio no reconoció al Presidente sucesor, el Dr. José Madriz Rodríguez, derrocándole en 1910. El Presidente de EE.UU.
Theodore Roosevelt y su Secretario de Estado Philander Knox impusieron a los presidentes de Nicaragua a su antojo y conveniencia, sin que el pueblo nicaragüense tuviese ninguna participación ni siquiera algún grupo nica consultado. Primero hicieron presidente al traidor Juan José Estrada, del 20 del agosto de 1910 al 9 de mayo de 1911 (nueve meses), y después a su favorito Adolfo Díaz Recinos, que recibió órdenes de borrar de la historia al Presidente José Santos Zelaya, a sus obras, a su Partido Liberal, a sus instituciones y memorias, tarea que realizaron con júbilo los miembros del Partido Conservador y la jerarquía de la iglesia Católica.
En sumisa obediencia a Roosevelt y a Knox, el 7 de febrero de 1912 el régimen de Adolfo Díaz aprobó una ley prohibiendo «la erección y conservación en los parques o lugares públicos de monumentos u obras que tiendan a perpetuar recuerdos de guerras centroamericanas». El Monumento a Montoya fue arrancado y enviado a la caballeriza del antiguo Palacio Nacional, donde permaneció hasta que otro presidente de manufactura norteamericana, Emiliano Chamorro Vargas tuvo la ocurrencia de regalarle el monumento al Obispo de Granada, Canuto José Reyes y Balladares (el mismo que maldijo a la ciudad de Managua tras el terremoto de 1931), que pidió el monumento para mandarlo a fundir y hacer una campana.
Antes que el Obispo destruyera la estatua, el señor granadino José Cuadra ofreció comprarla para adornar su jardín con el histórico monumento liberal al Soldado Nicaragüense, y Mons. Reyes y Balladares se la vendió a Cuadra por U$250 dólares de entonces, que era una fortuna. El 4 de mayo de 1927 la triunfante Revolución Constitucionalista Liberal quedó abortada en el pacto verbal de El Espino Negro, convenido entre el Gral. José María Moncada y el Cnel. Henry Stimson, representante plenipotenciario del presidente de Estados Unidos Calvin Coolidge. La misión de Stimson fue imponer la paz en Nicaragua por las buenas o por la fuerza.
Moncada aceptó esa paz. Stimson le hizo candidato presidencial y en 1928 Moncada ganó las elecciones a los conservadores y en enero de 1929 el Gral. Moncada tomó posesión como Presidente liberal, repatrió los restos de Zelaya en octubre de 1930 y recuperó el Monumento a Montoya, pero estuvo en el Parque Central separado de su pedestal pendiente de colocarlo en su sitio original, hasta 1945 cuando el Gral. Andrés Murillo, por órdenes del presidente Gral. Anastasio Somoza García, pavimentó la Avenida del Ejército, colocó el Monumento al Soldado Nicaragüense en el extremo Sur de la Avenida del Ejército, y pidió a don Manuel Guerrero Parajón, Gerente del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua que trajera un cañón para adornar al Monumento a Montoya.
Supuestamente Guerrero obtuvo y llevó un cañón del Castillo de la Inmaculada Concepción y fue colocado frente al pedestal monumento, en el sitio donde se encuentra en el presente 2024. Somoza también ordenó a Murillo la construcción de la Plaza de la República en 1946, para lo cual fue cortado el Parque Central y el atrio de la Catedral de Managua.
La Avenida del Ejército fue inaugurada el 1 de febrero de 1946, con el Monumento al Soldado Nicaragüense en su cabecera. Cuando el monumento fue removido El Gral. Alfonso Valle Candía, escribió en el diario La Noticia el 11 de noviembre de 1933. «Se alzaba en el Parque Central como el símbolo del heroísmo, llevado hasta el sacrificio. Aquella estatua no pertenecía a un partido, sino a un pueblo; personificaba la abnegación, el valor, la audacia temeraria, el patriotismo sublime de que es capaz el humilde soldado nuestro, en el momento en que su corazón le impone el deber de inmolarse en aras de un ideal, del que apenas tiene vaga idea, pero que su instinto le hace comprender con intuición maravillosa.
Montoya no es un héroe nacional, es el heroísmo nacional. No fue un soldado nicaragüense, sino el soldado nicaragüense. En Namasigüe, Montoya no pensó en la divisa roja; en medio del huracán de metralla, de pólvora, y de plomo que barría la colina, pedestal de su gloria, sus ojos no vieron más que la enseña blanca y azul, emblema de la patria amenazada por ejércitos enemigos que traían por delante la destrucción y la ruina del lugar común. La figura de Montoya fundida en bronce, irguiéndose amenazadora y bravía, era una lección perenne de patriotismo; aquel niño por cuya alma pasó el aliento épico de San Jacinto, era un estímulo para las infantiles generaciones… No puede ser un insulto para pueblos ni parcialidades sectarias, aquella estatua que conmemoraba un hecho que nadie podrá borrar en nuestro anales.
Pero, como un grito de la conciencia se alzaba frente a los que abrieron las puertas al extranjero; y el brazo de Montoya señalando el camino de la Victoria, parecía más bien el brazo acusador de la Patria señalando a los traidores. Aquella estatua tenía que ser derribada, como si de tal modo, pudiera borrarse en la memoria de víctimas y verdugos el recuerdo del crimen consumado.
La estatua fue echada abajo, so pretexto de confraternidad centroamericana. La ofensa no fue sólo para un partido, fue para el pueblo, para la Patria… el bronce de Montoya ha sido enviado a Granada, no por el Presidente Martínez, sino por los secuaces que a su lado le mienten fidelidad, para ser fundido en una campana… Montoya, el soldado desconocido, el hijo anónimo del pueblo, la personificación más alta del patriotismo convertido en campana… y sonará en el oído de los malos hijos como el siniestro rumor de las cadenas que forjaron manos parricidas».
El monumento no llegó a ser fundido como campana sino rescatado y es el símbolo del patriotismo nicaragüense desde hace 115 años, y está ahí a la vista de todos para que le rindamos honor patriótico.
Que reseña histórica tan completa Licenciado! Muchas gracias por remembrar esas gestas históricas que muchos no tenemos el privilegio de conocer con tantos detalles, personajes y fechas memorables de la historia de nuestra infortunada pero siempre amada Nicaragua.
ojalá las nuevas generaciones de ese pueblo amado tanto dentro de Nicaragua como los nacidos en el exilio pudieran emaparse de tantos conocimientos que este valioso medio de comunicación, La Estrella de Nicaragua nos brinda a quienes con orgullo podemos decir: Soy puro pinolero Nicaragüense por gracia de Dios.
Que reseña histórica y tan completa » empiezo diciendo como el primer comentario su autor el Sr Sergio Calderón M, pero a alquien se les olvidó o por desconocimiento ( Lic Maltéz y el Sr Calderón ) que el Gral José Santos Zelaya López que estuvo en el poder en Nicaragua desde 1893 hasta diciembre de 1909 ) que en 1895 estableció su primera constitución llamada » La libérrima » y en 1905 otra mas transparente llamada » La democrática » ambas dirigidas para el bien de los cuidadanos de Nicaragua y principalmente en unos de su estatutos reza NO a ninguna reelección presidencial al cual precisamente a eso el Gral Zelaya hizo caso omiso y por medio de decretos se reeligió en el poder violando el mismo su propia constitución redactada por sus » siervos » en el congreso nacional de esa época, Con lo anterior no quiero dejar o que no se sepa la proeza o historia de » Montoyita » sino incluir en la » reseña histórica y tan completa » este olvido ( terquedad del Gral Zelaya ) que sin querer hoy yo se los recuerdos.