El término fantástico, aplicado a los diez cuentos de Darío reunidos por José Olivio Jiménez, no es tan certero para clasificar esas ficciones, vinculadas a otros subgéneros más delimitados: la literatura de horror o terror gótico, la narrativa de fantasmas y de terror en general; pero sobre todo al conocido como wein tale o relato sobrenatural, del que Poe se erigió en maestro absoluto —recuerda Riesgo.49
En otra línea de pensamiento, el teórico Louis Vax considera vanas las subdivisiones dentro de lo fantástico «no solo porque junta bajo un vocablo único las cosas más diversas, sino por una razón opuesta, aunque complementaria: mil lazos aproximarían motivos heteróclitos».50
Y especifica Riesgo que, con excepción de «Cuento de Nochebuena» y «D.Q.», los restantes cuentos fantásticos cumplen los presupuestos poenianos establecidos por Lovecraft en su obra, ya citada, El horror sobrenatural en la literatura.
Ahora bien, todos los diez cuentos fantásticos de Darío ya revisitados caben dentro de la amplia definición de Róger Callois: la expresión literaria de un suceso en el que se produce una ruptura de las leyes de la naturaleza tradicionalmente consideradas inamovibles.
Así, para Hernán Riesgo, «Thanatophobia» es un cuento de ciencia oscura y vampiros; «La pesadilla de Honorio», un relato de terror cósmico; «El caso de la señorita Amelia» y «Verónica» [o «La extraña muerte de San Pedro»], cuentos de magia negra y ocultismo; «Cuento de Pascuas», toca el tema de la reencarnación en una clave más terrorífica que «D.Q.», y, finalmente, «Huitzilopoxtli» se centra en las alucinaciones causadas por las drogas y en la presencia de un dios violento y terrible (la deidad azteca del inframundo) que toma forma en la Tierra.51
En cuanto a «La larva», nutrida de fuentes textuales y temáticas, no se olvide que la lectura de una novela terrorífica, realizada por Darío desde niño, había animado su fantasía y morbidez. Aludo a La caverna de Strozzi (1773) del olvidado autor francés Jean-Joseph Regnault-Warin (1771-1844).52
41 Esta frase de la publicación original del cuento (rescatada por Roberto Ibáñez en Páginas desconocidas de Rubén Darío. Montevideo, Biblioteca de Marcha, pp. 220-225) se halla ausente en la versión compilada por José Olivio Jiménez. Pero resulta insuprimible. «A nuestro juicio –observa Gabriela Mora– agrega un elemento de terror y reafirma la posibilidad de que el rito ocurra en la historia» («Actualización crítica de la cuentística rubendariana», Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, núm. 101, octubre-diciembre, 2001, p. 127).
42 Traducción literal no atribuible a Darío, quien además dejaría inconcluso un poema inédito, también de 1914 y titulado «Huitzilopoxtli». Véase su Antología poética. Introducción de Jorge Eduardo Arellano. Managua, Banco Central de Nicaragua, 2016, pp. 21-23.
43 El poema se puede consultar en: https://it.wikisource.org/wiki/-Odi_barbare/Delle_-Odi_Barbare_Libro_I/Miramar.
44 José Rojas Garcidueñas: «Recordando a don Alfonso Reyes», en Presencia de Alfonso Reyes. Homenaje en el X aniversario de su muerte (1959-1969). México, Fondo de Cultura Económica, 1969, p. 147. 45 Ibíd., p. 133.
46 Carmen de Mora Valcárcel: «Darío, escritor fantástico». Anuario de Estudios Americanos, núm. 34, 1977, p. 120.
47 Citado por Julio Valle-Castillo: «El cuento ‘Huitzilopoxtli’ y la historia de su texto», en Repertorio dariano 2010… [Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua, 2010, p. 242].
48 Cuentos breves para seguir leyendo en el bus. Selección y prólogo de Maximiliano Tomas. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2009, pp. 48-54.
49 Hernán Riesgo: «‘La larva’: una incursión dariana en el cuento sobrenatural». Anales de Literatura Española, núm. 28, 2016, p. 210.
50 Ibíd., p. 211.
51 Ibíd.
52 Rubén Darío: Autobiografía. Madrid, Editorial «Mundo Latino», 1920, p. 6. (vol. XV de Obras completas). Naturalmente, la había leído en una traducción española aún no identificada, al contrario de dos versiones en italiano: una impresa en Firenze, preso Giovacchino Pagani, 1807; y la otra en Milano, Candido Buccinelli, 1817.