EL MISMO PUEBLO NORTEAMERICANO PODRÍA REELEGIRLO EN 2024 O ELEGIR A UNO NUEVO, SEGÚN SU DESEMPEÑO.
No es cierto que Biden puede convertir al comunismo a Estados Unidos como se divulgó en la absurda propaganda en su contra durante la campaña.
Tampoco es cierto que un presidente de Estados Unidos puede hacer lo que le dé la gana, por mucho que quiera.
El presidente de Estados Unidos está sometido a la Constitución y obligado a cumplirla. La misión de un presidente norteamericano es administrar correctamente a la nación desde su posición como jefe del Poder Ejecutivo, y administrar no es mandar como en las repúblicas bananeras.
Cuando un presidente viola la Constitución o las leyes, es automáticamente destituido, y el cargo es asumido por el vicepresidente.
Los anuncios publicitarios que se divulgaron en español para la comunidad hispana del Sur de la Florida, fueron no solamente una vergüenza, sino un insulto, pues los publicistas políticos asumieron que los hispanos son una caterva de ignorantes a quienes se pueden engañar.
Haber propalado que Biden es comunista y que convertiría a Estados Unidos en un país bananero comunista, fue un burdo intento de engaño que fue desarticulado por la cantidad de votos que obtuvo Biden en las elecciones del Sur de la Florida y especialmente del Condado Miami-Dade, que aunque las ganó Trump en esta zona, el volumen de votos por Biden fue sorprendente, demostrando que la publicidad engañosa –para brutos–, no funcionó.
La separación e independencia de poderes del Estado norteamericano siempre ha sido la garantía de la democracia. De modo que cualquier proyecto de la iniciativa de un presidente, tiene que ser sometido al Congreso para su análisis, discusión y votación, para ser aprobado o rechazado. Por eso el proyecto del muro fronterizo del presidente Trump fue rechazado por el Congreso y no se autorizó el presupuesto para construirlo, a pesar de que Trump pasó cuatro años luchando para obtener esos fondos.
Eso no pasa en Nicaragua, Cuba o Venezuela donde el dictador hace lo que le dá la gana con los otros poderes del estado, simplemente porque «manda» en contubernio con las fuerzas armadas previamente corrompidas al estilo de «la cosa nostra».
Todas las dictaduras disponen a su antojo del dinero de los pueblos y de todos sus derechos, y si estos protestan son reprimidos por las abyectas fuerzas armadas, derramando la sangre de los ciudadanos y sembrando de cadáveres del pueblo las fosas comunes. Eso no pasa en Estados Unidos.
Y cuando tres o cuatro ciudadanos de cualquier raza o color son víctimas de la fuerza pública estadounidense, los responsables son procesados por el Poder Judicial y condenados conforme las leyes.
Eso no pasa en las dictaduras bananeras.
De modo que los fanáticos ignorantes y crédulos de que Biden sembrará el comunismo en Estados Unidos como dijeron en la propaganda para brutos, pueden estar tranquilos.
Recuerden que Biden no es el dueños de las fuerzas armadas de Estados Unidos, como no lo han sido ninguno de los presidentes de esta nación democrática, y las fuerzas armadas de Estados Unidos, las más poderosas del mundo entero, han combatido el comunismo en cada rincón del planeta.