LA PURÍSIMA Y LA GRITERÍA, FORJARON LA CULTURA, EN SINCRETISMO CON LOS CULTOS PRECOLOMBINOS
Nuestra divina y pagana «Gritería», religión popular nativa de Nicaragua, mixtura sublime de espiritualidad religiosa, folklore patrio y paganismo idólatra, que mezclados en el alambique del alma nicaraguana destila esa rara quintaesencia que es parte nuclear de la singular cultura nicaragüense.
Una tradición que llegó saltando sobre los hombros de muchas generaciones, por los siglos de los siglos, desde 1565 cuando la primera estatua de la Inmaculada Concepción fue llevada al pueblo aborigen de Tezoatega, reino del cacique Agateyte, que en honor a su sabiduría y ancianidad se bautizó a esa aldea precolombina con el nombre de El Viejo.
El hombre llevaba esa primera, imagen en un cofre de madera, transportándola desde Ávila, España, a América, se llamó Pedro Alonso Sánchez de Cepeda y Ahumada, y la estatua de 90 centímetros de la virgen, fue un regalo de su hermana Teresa para que lo protegiera en el azaroso viaje. Teresa era una monja que décadas después fue canonizada como Santa Teresa de Ávila.
Navegando entre Acapulco, México y su destino en Perú, el barco sufrió la arremetida de una tormenta obligándolo a refugiarse en el puerto de El Realejo, Nicaragua. En una recua de mulas se trasladaron al bello villorio de Tezoatega.
La primera imagen de La Inmaculada no apareció en Nicaragua como un fenómeno de milagro sobrenatural suspensa en el cielo, sino viajando dentro de un cofre cargado por una mula.
Pedro Alonso depositó su virgen en la rústica iglesita. Los curas franciscanos la pusieron en exhibición. Los nicas aborígenes de Tezoatega, ninguno de ellos católico, se aglomeraron en el templo de adobe y paja, atraídos por conocer la imagen de una joven mujer española y, además, de bello rostro.
Pasado el peligro en el mar, su dueño se llevó la estatua a El Realejo a continuar su viaje a Perú; pero navegando en el océano, otra tormenta atacó a la nave y tuvieron que regresar a Nicaragua y a Tezoatega y de nuevo la imagen volvió a la iglesita de paja.
Cuando pasó la tormenta y don Pedro Alonso quiso llevarse su virgen, los curas franciscanos agitaron a los nativos con la consigna: «la virgen no quiere irse y por eso volvió». Ante la compulsión popular don Pedro cedió la estatua al pueblo de Tezoatega, se embarcó rumbo a Perú y no hubo otra tormenta que lo obligara a regresar.
Así comenzó la celebración de la primera Purísima el 8 de diciembre de 1565 en Tesoatega, hoy ciudad de El Viejo. Los aborígenes nicas aportaron a la fiesta sus costumbres ancestrales con comilonas, bailes y chicha, convirtiendo en un sincretismo religioso la celebración de La Purísima con sus antiguas religiones. Con el paso de los siglos la devoción y festejos se propagaron por todo Nicaragua hasta convertirse en parte de la cultura nacional más allá de la sola expresión religiosa.
300 años después, el 7 de diciembre de 1850 o 1857, nació en la ciudad de León la pagana celebración de «La Gritería», organizada por Mons. Gordiano Carranza, párroco de la iglesia San Felipe, dando rienda suelta desde la la noche de la víspera del día de la Concepción de María, quedando las comilonas aborígenes representadas por «la gorra» o paquetes de golosinas, frutas y la siempre presente chicha de maíz, que los celebrantes exigen tras cumplir brevemente con entonar fragmentos de los cantos a la virgen.
El culto y celebración a la Inmaculada se difundió por toda la tierra nicaragüense, convertida por la alquimia de los siglos, en insignia vernácula de la propia existencia del y de lo nicaragüense.
Otra historia señala que otra imagen de la Virgen también llegó a Granada en 1675, al concluir la construcción de la fortaleza de El Castillo, Río San Juan y que la imagen en una caja fue remontando el Río San Juan contracorriente, navegando por el gran lago Cocibolca, hasta echar anclas en las playas de la Gran Sultana, donde implantó su culto.
Todo indica que fue Monseñor Gordiano Carranza el creador de la consigna que hoy es lema heráldico de la celebración de «La Gritería»: «¿Quién causa tanta alegría?» y la respuesta fué una «gritería» de la multitud: «¡La Concepción de María!»
Desde esa noche la celebración de la víspera es una fiesta popular donde las fronteras económicas no existen, desaparecen las diferencias sociales e incluso se borran muchas diferencias religiosas.
Cantidad de no católicos y hasta librepensadores, por no decir ateos, son fieles celebrantes o al menos participantes de las «Purísimas» y «La Gritería». Protestantes, evangélicos fieles, he conocido y escuchado, entonando con mucho orgullo patrio, los cantos de «La Purísima», sin que por ello cambiaran su fe; más por el contrario y lejos de lo religioso, expresan un sentimiento de su «religión patriótica» con perfecto perfil de la cultura y de «la raza nicaragüense».
Los nicas estallan en fe popular en la víspera, la noche del 7 de Diciembre, consagrada por la escritora sacra, doña Emma Fonseca, como «La noche más bella de Nicaragua».
Es religión del pueblo en que se mezclan como «batidos con molenillo de palo» el espíritu excelso, vecino del cielo, y el santo paganismo con raíces en la milpa, donde la chicha, la caña, el gofio y las cajetas, son el vino y la ostia de la liturgia popular cuando se oficia «La Gritería», convirtiendo cada calle y cada hogar en un templo.
Es un culto a cielo abierto, sin sotana ni sacristía, virtuoso en su concepto, pagano en su liturgia que se oficia en miles de altares de familias, pero fuerte en su manifestación espiritual y patriótica. Fortaleza de un pueblo que tiene su propia forma y manera sacramental.
A la triste hora del exilio, cuando los nicaragüenses fueron obligados a emigrar, no salieron solos, al destierro llevaron con ellos su fervor patriótico, sus recuerdos, sus conocimientos y… ¡su culto a La Purísima!. Se establecieron en otras latitudes con su capacidad de trabajo y la tradición de fe y Patria, salió con ellos, produciéndose el milagro de la salvación de lo mejor de Nicaragua y la multiplicación de su cultura con sus tradiciones puestas en primer plano.
Dondequiera que un grupo de nicas desesterrados tuvo que establecerse, ahí se celebrará La Purísima y La Gritería, y desde hace medio siglo, cantan los himnos seculares a la Inmaculada Concepción. Desde hace medio siglo «Tu Gloria, tu Gloria» resuena en los continentes Americano, Europeo y en algunos rincones de Asia y África. Es la semilla que viaja donde quiera que vaya un corazón nicaragüense, y la siembra una noche, levantando su altar patrio y cante su «Purísima» en «Gritería» de amor doble, para una cosecha abundante.
Culto semidivino-semipagano, dualidad que sumada, hace lo nicaragüense cien por ciento. Es huella marcada en granito. Cada nica es un apóstol de su «Gritería», confirmando la verdad de su existencia.
El nica, contrario a negar sus raíces, se confirma en ellas:
«¿De dónde es usted?».
«¡Nicaragüense, por gracia de Dios!».
El nica aprende inglés para su progreso; pero reza en español, canta a la Purísima en su idioma natal y en el mismo lenguaje expresa el amor a sus hijos y a su Patria.