Esta historia es el RESUMEN del Capítulo 24 del Tomo DOS de la serie de libros: «Historia de la Guardia Nacional de Nicaragua.
ED 583 Noviembre 2024. 1956: Muerte del Gral. Anastasio Somoza García en Panamá.
El Gral. Somoza murió el miércoles 26 de Septiembre de 1956 en el Hospital Gorgas de Panamá, pero los hermanos Somoza Debayle, necesitaron tiempo para arreglar la consolidación del poder político y militar. El 28 de septiembre por la noche Luis Somoza tomó posesión como Presidente y al día siguiente por la mañana anunciaron la muerte de su padre el 29 de Septiembre y como fue un anuncio «oficial», todos aceptaron esa fecha como verdadera y la han repetido durante 66 años y la seguirán repitiendo porque esa mentira fue ordenada por los herederos de Somoza García.
El Gral. Somoza fue ingresado en el Hospital Gorgas, Ward 8, el domingo 23 de Septiembre de 1956. El equipo de médicos especialistas decidieron operarlo la noche del Martes 25 de Septiembre y así se lo comunicaron a su paciente Somoza y a su familia. El equipo de cirujanos y neurocirujanos lo conformaron cuatro médicos norteamericanos y el eminente médico panameño, Dr. Antonio González Revilla, especialista en neurología y neurocirugía. El lunes 24 de Septiembre Somoza pidió que lo afeitaran y contrataron a un barbero panameño que se sorprendió de saber que afeitaría al presidente de Nicaragua.
Doña Salvadora le pidió a Leandro Marín, que se mantuviera presente cerca del barbero, «Porque uno nunca sabe». Salvadora le pidió a su marido que se confesara antes de la operación. «Debés de confesarte antes de entrar a la sala de operaciones. Aquí en el hospital hay un sacerdote de turno». Y Somoza accedió: «Llamá al cura para que me confiese, pero yo no me estoy muriendo. Me voy a confesar sólo por darte gusto». Llegó el Padre Wyse, norteamericano. Confesó a Somoza en cinco minutos, lo absolvió de todos sus pecados.
Enviados por Luis Somoza, habían llegado de Managua un equipo de Oficiales de la Oficina de Seguridad que controlaron las áreas claves del Hospital. También llegaron agentes norteamericanos del FBI enviados por el presidente Eisenhower, para la contribuir a la custodia y seguridad. Somoza estaba estabilizado en sus funciones orgánicas y el único problema que manifestaba era una dificultad para respirar, pero no perdía oportunidades para su picardía.
Llegaron dos enfermeras para prepararlo, canalizar al paciente, ponerle suero y rasurarle su púbis. La enfermera era una yanquita rubia y Somoza no perdió la oportunidad de piropearla: «Que manecitas más suaves las que usted tiene, señorita». La joven no le respondió y se retiró. Antes que Somoza entrara al quirófano la noche del martes 25 de septiembre, afuera de la Sala de Operaciones estaban Salvadora de Somoza, Lilliam Somoza, Guillermo Sevilla Sacasa y el Dr. Luis Manuel Debayle Sacasa, cuñado de Somoza, médico, Coronel de la Guardia Nacional y Director de Salubridad.
Antes de morir en 1984 en Miami donde estábamos exiliados, el Dr. Luis Manuel Debayle, «El Tío Luz», nos concedió su testimonio: «Antes de entrar al quirófano, como médico que soy, les recomendé reiteradamente a los cirujanos que no extrajeran la tercera bala, que le operaran el codo y el pulmón, pero que una tercera intervención quirúrgica era demasiado traumática para su edad y su condición de salud que no era perfecta, porque sus evacuaciones intestinales las hacía por un ducto, una colostomía, desde hacía varios años, además era hipertenso y diabético.
Por eso yo les recomendé no extraer la bala alojada en el abdómen cerca de la columna vertebral; les dije que se la dejaran donde estaba, que no le iba a pasar nada, y hasta después que se recuperara de las otras operaciones era más seguro extraerle la bala. Pero no me hicieron caso y eso me extrañó mucho». El Dr. Luis Manuel Debayle inventó parte de su historia, porque la realidad es que no hubo ninguna operación de Somoza en vida.
Somoza entró en coma después que le pusieron anestesia general en vez de anestesia local. Poco tiempo después de anestesiarlo, cuando el cirujano con bisturí en mano se disponía a hacer la primera incisión en la piel, el Gral. Somoza sufrió un paro cardíaco, producto de la anestesia general en su complicada condición patológica: hipertenso, obeso, diabético y con su estorbosa colostomía transversa permanente. El Dr. Frank H. Lahey le construyó quirúrgicamente en 1952 una salida artificial a su intestino grueso por el abdómen, para sus evacuaciones fecales y para ello tenía que portar una bolsa plástica sujeta a la salida del tubo intestinal.
El Mayor (Inf) Luis Ocón, G.N. fue designado por Somoza para hacerse cargo del cambio y aseo de la bolsa en cada evacuación. Ante el paro cardíaco cundió la alarma en el quirófano y se recurrió de inmediato a tratarlo con un desfibrilador para hacerle descargas eléctricas con el propósito de reactivar el corazón. En cada descarga del aparato el cuerpo de Somoza saltaba en respuesta al choque eléctrico, pero el corazón del paciente no reaccionaba y continuaron desfibrilándolo por demasiado tiempo, cuando por fin el corazón volvió a latir, la resistencia orgánica de Somoza hacía rato que no era posible evitar el daño cerebral, perdiendo definitivamente sus funciones y entrando en estado de coma.
Después de cuatro minutos sin el oxígeno que hace circular el corazón, el cerebro dejó de funcionar. Hasta entonces los cirujanos iniciaron su labor de extraer las balas alojadas en el organismo del Gral. Somoza, a sabiendas que su cerebro estaba liquidado para siempre. Durante tres horas los especialistas extrajeron las balas de un cuerpo clínicamente muerto. Le regresaron al Ward 8 y le colocaron tubos respiratorios, suero, le conectaron a un cardiograma electrónico y lo aislaron en una tienda de oxígeno. Los médicos le explicaron a Sevilla Sacasa que la muerte del Gral. Somoza era inevitable.
Sevilla Sacasa no se atrevió a darle esa noticia a su esposa Lillian y menos a su suegra Salvadora. Ellas todavía creían que la operación había sido un éxito, sobre todo cuando les enseñaron las balas extraídas. El equipo médico anunció que emitirían un boletín manifestando que el estado del Gral. Somoza tenía un pronóstico muy grave. Sevilla Sacasa les pidió que cambiaran los términos del anuncio, porque tal información causaría conmoción en la política de Nicaragua.
Fue el Dr. Leandro Marín Abaúnza quien redactó el anuncio cambiando las palabras pequeña mejoría, por alguna mejoría, términos que fueron aceptados por el General Howard McCrum Snyder, médico personal del presidente de EE.UU. y por los demás miembros del equipo médico. Pero el estado del Gral. Somoza ya no tenía ninguna oportunidad de pequeñas ni algunas mejoría, pues su vida se estaba apagando en una rápidamente progresiva y silenciosa agonía.
Sevilla Sacasa, habló con el grupo de médicos norteamericanos para pedirles que redactaran un documento que certifique la incapacidad física y mental del Gral. Somoza, que sirva de base para la sucesión presidencial para el diputado Luis Somoza en Nicaragua, pero los médicos norteamericanos se negaron a conceder ese certificado porque contenía elementos de injerencia en la política interna de Nicaragua.
En su urgencia por obtener el certificado de incapacidad física y mental, Sevilla Sacasa se lo pidió al Dr. Antonio González Revilla, quien préstamente redactó y firmó el certificado. El martes 26 de septiembre por la tarde, Salvadora de Somoza pidió que se oficiase una misa en la misma habitación del agonizante Gral. Somoza. El padre Wyse erigió un pequeño altar en el Ward 8 donde inició el oficio de la misa. Al finalizar, el padre Wyse levantó la tienda de oxígeno y le administró los santos óleos.
En ese momento el Gral. Anastasio Somoza García ladeó ligeramente la cabeza y dejó de respirar. El presidente de Panamá, Ricardo Manuel Arias Espinosa, que acompañaba a la familia durante la misa, le dijo al Dr. Leandro Marín que estaba a su lado: «¿Vio usted como movió la cabeza el general Somoza al recibir los santos óleos? Creo que falleció».
En el Ward 8 del Hospital Gorgas, a la hora de la muerte del Gral. Somoza, lo rodeaban su esposa Salvadora, su hija Lilliam, Guillermo Sevilla Sacasa, Leandro Marín Abaúnza, el Presidente de Panamá Ricardo Manuel Arias Espinosa, el Embajador de Nicaragua en Panamá Carlos Tellería, el Dr. José María Castillo Quant y el Mayor Luis Ocón, G.N. Todos ellos participaron en la misa que ofició el Padre Wyse, cuando el Gral. Somoza estaba en coma y agonizante.
Igualmente fueron testigos cuando el Padre Wyse le untó los santos óleos, sacramento que al finalizar todos vieron cuando el Gral. Somoza García ladeó ligeramente la cabeza, dejó de respirar y murió a las 4:05 de la tarde del martes 26 de septiembre de 1956, como el equipo médico norteamericano lo había pronosticado. El cuerpo del Gral. Somoza fue colocado el frigorífico de la morgue del Hospital Gorgas, mientras se hacían los trámites para transportarlo a Nicaragua.
Sevilla Sacasa llamó por teléfono a Luis Somoza para decirle que el miércoles 27 de septiembre el Dr. José María Castillo Quant llevaría el documento certificando la incapacidad física y mental de su padre y le dijo que el Dr. Castillo le informaría de «algo más grave» que no le podía decir por teléfono.
Como no habían vuelos comerciales programados el miércoles 27 de septiembre para Managua, Sevilla Sacasa le solicitó al comando aéreo de la Base Albrook Fields de la Fuerza Aérea de EE.UU. que le facilitaran un avión para llevar a un importante mensajero a Managua. El avión bimotor Douglas C47 estuvo listo rápidamente y el Dr. Castillo Quant llevó el certificado y la noticia de la muerte del Gral. Somoza, documento vital para que Luis Somoza se convirtiera en Presidente de Nicaragua.
El jueves 28 de septiembre los hermanos Somoza Debayle decidieron que el cadáver de su padre debía ser transportado en un avión de las Líneas Aéreas de Nicaragua, La Nica, matrícula YN J4504Z, empresa propiedad de la Familia Somoza. El avión salió hacia Panamá la noche del 28 de septiembre. Ese mismo jueves 28 de septiembre en horas tempranas de la noche, el Congreso Nacional juramentó al diputado Luis Somoza Debayle como Presidente Interino de Nicaragua, basados en el certificado firmado por el Dr. Antonio González Revilla, declarando que el Gral. Somoza estaba incapacitado mental y físicamente para ejercer la presidencia.
Doce horas después que el coronel Luis Somoza ya estaba en posesión de la presidencia, temprano en la mañana del viernes 29 de septiembre los hermanos Somoza Debayle anunciaron la muerte del Gral. Anastasio Somoza García, como que hubiera ocurrido ese mismo día, cuando ya Luis Somoza era Presidente de Nicaragua. El domingo 30 de septiembre el cadáver de Somoza García fue transportado a Managua en un avión bimotor Douglas C47 de Líneas Aéreas de Nicaragua, La Nica, matrícula YN J4504Z propiedad del difunto Somoza.
La pista del aeropuerto estaba saturada de deudos, amigos, correligionarios y público interesado en ver la llegada del ataúd cubierto por la Bandera Nacional de Nicaragua. En la pista también estaba en perfecta formación la Compañía de Cadetes de la Academia Militar de la que el finado Somoza decía: «Es mi hija buena». El gabinete de Ministros hizo su presencia en la pista, lo mismo que el Cuerpo Diplomático.
La Banda de la Guardia Nacional interpretó el Himno Nacional y el cuerpo de artillería de la Guardia Nacional disparó 21 cañonazos de 75 mm. A bordo de un carro militar el féretro salió custodiado por cuatro oficiales de la Guardia Nacional, seguido de una enorme caravana que salió del Aeropuerto Las Mercedes. La manifestación fúnebre se dirigió a la Catedral de Managua donde el Arzobispo de Managua, Mons. Alejandro González y Robleto, ofició un responso por el alma del difunto, en cuerpo presente.
El multitudinario cortejo fúnebre se dirigió seguidamente a la Academia Militar donde el cuerpo del Gral. Somoza recibió el homenaje de la Compañía de Cadetes, lo mismo que de Oficiales, Clases y Rasos de la Guardia Nacional. La siguiente escala fue en el Palacio Nacional, la caja funeraria se ubicó en el Salón Azul donde recibió los honores del Congreso Nacional en Cámaras Unidas, del Partido Liberal Nacionalista, del Cuerpo Diplomático, de un sinnúmero de instituciones y un desfile interminable del pueblo llano que lentamente, uno por uno, pasaron a ver el cadaver del Gral. Somoza y persignarse frente al difunto presidente.
Después regresó el féretro a la Catedral de Managua donde se le otorgaron honores sacros al Gral. Somoza García, correspondientes a un Principe de la Iglesia Católica, los honores fueron los que se conceden a príncipes de la iglesia católica, que no debe confundirse, como muchos creen o entendieron que a Somoza lo declararon principe de la iglesia, pero sí, sus restos recibieron tales honores.
En la Catedral la liturgia comenzó con una Misa Pontifical, oficiada por el Arzobispo de Managua, Mons. González y Robleto; concelebrada por Mons. Clemente Carranza, Mons. Rafaél Lippo de Mannai, Nuncio Apostólico, representante del Papa Pío XII. Seguidamente el cortejo fúnebre se dirigió al Palacio del Ayuntamiento, sede del Ministerio del Distrito Nacional para recibir el homenaje de los empleados de la comuna. Luego se trasladó el catafalco de Somoza siempre en procesión al Club de Clases de la Guardia Nacional para otro homenaje militar.
Finalmente el sarcófago fue instalado en el Salón de las Banderas de Casa Presidencial, donde una multitud desfiló para despedirlo, muchos con una silenciosa oración, otros llegaron por curiosidad. El 3 de octubre de 1956, a las 9:30 de la mañana, se inició el desfile hacia el Cementerio General de Managua, encabezado por la Banda de Guerra de la Academia Militar de Nicaragua, la Compañía de Cadetes de la AMN, le seguía el caballo negro en que cabalgaba el Gral. Somoza luciendo sus botas colocadas a los lados de la montura, guiado por un espigado raso de la Guardia Nacional como palafrenero conduciendo al corcel.
Ese palafrenero fue el Alistado Alberto Gutiérrez, escogido por ser un soldado raso de buen porte militar, espigado y formal. Cuando sus compañeros de cuartel vieron publicada la foto de Gutiérrez llevando las riendas del corcel negro, rápidamente le apodaron «El Macho Negro», producto de la creación ingeniosa de poner motes a los que se destacan, actitud típica de la idiosincrasia nicaragüense y más de las costumbres cuartelarias.
Ese remoquete le acompañó al soldado Alberto Gutiérrez el resto de su vida. El féretro llegó por fin frente a la Cripta de Oficiales y puesto sobre una cureña para tributarles los últimos honores: la Banda de la Guardia Nacional entonó el Himno Nacional, los artilleros dispararon 21 cañonazos, una escuadra de Cadetes disparó tres rondas de salva. Finalmente, cuando los oficiales introdujeron el ataúd en la cripta, rompieron en franco llanto Salvadora viuda de Somoza y sus tres hijos, Lilliam, Luis y Anastasio, uniéndose en un solo y emotivo abrazo. El último saludo fue el toque del clarín interpretando lúgubremente las famosas notas de Silencio, que salieron desde la corneta de bronce de un anónimo soldado raso de la Banda de la Guardia Nacional.
Con esa pieza musical solitaria que se usa en todos los entierros militares de muchas partes del mundo. Tras el toque de Silencio entró a la cripta el cuerpo del Gral. Anastasio Somoza García en su elaborado y costoso ataúd. Era la hora final: la 1:30 de la tarde del 3 de Octubre de 1956, cuando el cadáver del Gral. Anastasio Somoza García, muerto a la edad de 60 años, fue introducido y sellado en la Cripta de Oficiales de la Guardia Nacional de Nicaragua en el Cementerio General de Managua. Al finalizar los actos funerales, la cripta quedó sepultada bajo una montaña de arreglos y coronas de flores.
La muerte y los funerales del Gral. Anastasio Somoza García constituyeron un impactante acontecimiento y un gran espectáculo, muchos lloraron la muerte del primer Somoza durante la exposición del cadáver o al paso del desfile, unos eran sinceros, otros fueron presa de histerismo y algunos lloraban falsamente con estilo plañidero por exhibicionismo, hipocresía u oportunismo en búsqueda de algún beneficio o dádiva.
A la personalidad del fallecido presidente le tributaron numerosos discursos, se escribieron gran cantidad de artículos dolientes, llegaron toneladas de coronas de flores, fueron ofrendas enviadas principalmente por miembros del Partido Liberal Nacionalista y más de dos millares de otras personas, embajadas, grupos e instituciones.
Salvadora viuda de Somoza García recibió miríadas de telegramas, cablegramas y mensajes de todos los rincones de Nicaragua y de muchas partes del mundo.