Pocos, muy pocos volcanes del planeta tienen fecha de nacimiento. el Cerro Negro de Nicaragua es uno de los pocos: nació el 13 de julio de 1850, fue el volcán más joven de América, hasta 1943 cuando nació el volcán Paricutín, en Michoacán, México.
El embajador de Estados Unidos en Centroamérica Ephraim George Squier, documentó en su libro «Nicaragua: su gente, paisajes, monumentos y el proyecto del Canal Interoceánico» que el 11 y 12 de abril de 1850 se oyeron retumbos y se sintieron temblores en la ciudad de León, que procedían de la zona del extinto volcán Rota, eran los «dolores de parto» del nacimiento del Cerro Negro.
En 1610 los primitivos leoneses trasladaron la original ciudad de León de Imabite, huyendo del potencial peligro de una erupción del volcán Momotombo y erigieron la nueva y actual ciudad de León de Sutiava, que no tenía volcanes en su cercanía y contaban con los servicios de la tribu Sutiava.
Pero la tranquilidad se acabó el 13 de abril de 1850 cuando nació el volcán Cerro Negro, muy próximo a la actual ciudad de León, que ha sido sometida a las intensas lluvias de cenizas y arena volcánica en las 23 erupciones registradas por el bebé volcán en su crecimiento, que en sus primeros quince días alcanzó poco más de 50 metros de altura y en su infancia actual se eleva 730 metros sobre el nivel del mar.
Del 9 al 26 de julio de 1947, en sus estertores de crecimiento, estuvo muy activo lanzando al cielo columnas de fuego, bombas de rocas encendidas y pequeños ríos de lava, fue otro de los bellos espectáculos de las erupciones del Cerro Negro, verdaderas obras divinas que el obispo de León, Mons. Isidro Augusto Oviedo y Reyes, pretendió abortar creando la procesión llamada gritería chiquita. Pero las erupciones que Dios realiza continuaron, la última en 1999.
Cada erupción es un espectáculo visible desde Managua. En la erupción de 1967 tuvimos la oportunidad de acampar dos días con sus noches para tomar fotos al bebé volcánico Cerro Negro, una de esas fotos ilustra esta crónica.
