ED-566 Junio 2023. 1927: El «General Cabuya» y los primeros marines muertos en combate. (Capítulo tomado del libro Historia de la Guardia Nacional de Nicaragua, Tomo Uno). Después del Pacto del Espino Negro entre el Gral. José María Moncada y el Cnel. Henry L. Stimson, no todos los jefes combatientes liberales entregaron sus armas a la Comisión de Armamentos de los militares norteamericanos. Quedaron grupos de guerrilleros Liberales Constitucionalistas que se negaron a rendirse y se mantuvieron en rebeldía armada, pero fueron muy pocos y los comandantes norteamericanos no les dieron importancia.
¡Grave error! A estos persistentes rebeldes tampoco les dieron importancia el gobierno conservador ni los altos jefes liberales involucrados en el pacto del Espino Negro, a todos estos les consideraron pequeños grupos de bandoleros que aprovechaban sus armas y experiencia en combate para robos, saqueos y asaltos. El episodio del General Francisco Sequeira «Pancho Cabuya» fue la primera demostración que evidenció el peligro letal que representaba para los soldados y oficiales de la Infantería de Marina de Estados Unidos su presencia de intervención y ocupación militar en Nicaragua donde actuaban sobre la población nicaragüense como si se tratara de un país vencido en una guerra.
Los marines subestimaron a los soldados nicaragüenses. Los combatientes nicas tenían, por tradición casi «genética», una enorme capacidad para pelear, matar y morir demostrada por siglos de conflictos armados, guerras civiles e incluso internacionales, como en la guerra de 1907 contra Honduras y El Salvador que culminó con las victorias nicaragüenses en Namasigüe, Maraíta y Amapala. Esos prejuicios de los marines, muchas veces por complejo de superioridad o prejuicios raciales, aberraciones que tuvieron que pagar con sus vidas. Los US Marines necesitaban soldados nativos que combatieran por ellos, y la principal «solución» fue acelerar el fortalecimiento de la Guardia Nacional de Nicaragua. Con las sorpresivas acciones ofensivas, primero del Gral. Francisco Sequeira, y después del Gral. Augusto C. Sandino, ambos ex-jefes de columnas revolucionarias liberales, los altos jefes se dieron cuenta que los marines norteamericanos corrían peligro en la Nicaragua que tenían ocupada e invadida y que necesitaban una estructura militar que incluyera a nativos nicaragüenses que pelearan junto a ellos y por ellos. Necesitaban «escudos humanos».
Y ante ese mayor peligro para los marines, más necesaria se hizo para ellos la reestructuración y fortalecimiento de la Guardia Nacional de Nicaragua a fin de convertirla en un ejército regular, en una eficiente maquinaria de guerra, sobrepasando y violando las funciones aprobadas en la Ley Creadora de 1925, aplicando una nueva estructura de hecho, con su correspondiente multiplicación de soldados y oficiales nicaragüenses que reemplazaran a los marines norteamericanos en las funciones de combatir, matar y morir…, para eso son las guerras y los soldados.
Entre los combatientes liberales que no entregaron sus armas estaba el grupo comandado por el Gral. Francisco Sequeira (a) «General Pancho Cabuya», que tenía su cuartel cerca de la ciudad de El Viejo (antigua Tezoatega), departamento de Chinandega, y hacía sus incursiones a lo largo de la vía férrea en los departamentos de León y Chinandega. El Gral. Sequeira había participado en los combates contra los conservadores gubernamentales en Chinandega del 6 al 8 de Febrero de 1927, como lugarteniente del Gral. Francisco Parajón en la Guerra Constitucionalista que concluyó en el Pacto del Espino Negro bajo las ramas del Pisonia aculeata. Los liberales fueron desalojados de Chinandega, gracias a la acción de bombardeo de la recién estrenada Fuerza Aérea Nicaragüense, con sus dos únicos aviones biplanos operados por los dos mercenarios norteamericanos, Brooks y Mason, soldados de fortuna que no pertenecían a los marines. Las tropas liberales se retiraron con todo orden de Chinandega, transportando todo su tren de guerra y a sus 1,200 soldados y oficiales, evitando confrontarse con un refuerzo de 4,000 soldados enviados en apoyo a las tropas sitiadas que estaban bajo el mando del Gral. Bartolomé Víquez (a) «La Julunga».
El Gral. Parajón se retiró en orden con su Estado Mayor a El Salvador y quince días después regresó dirigiéndose a Estelí donde se unió a los generales liberales Augusto C. Sandino y Camilo López Irías. Pero en la zona de Chinandega quedaron remanentes de soldados liberales que fueron reorganizados por el Gral. Sequeira para continuar operando, aunque a menor escala, en Chinandega y León. «Cabuya», igual que Sandino, fue considerado un general de segunda clase. A Cabuya se le reconocía amplia fama de combatiente implacable y sanguinario. El 14 de Mayo de 1927, a tempranísimas horas de la mañana, el Capt. Frank A. Hart de la intervención norteamericana y cuatro marinos más, llegaron hasta el Cuartel General del Gral. Francisco Sequeira, «Cabuya» en la ciudad de El Viejo, quien personalmente les dió la bienvenida y dialogó con ellos, convino en presentarse en Chinandega esa misma tarde para iniciar pláticas sobre su desarme.
A las 12:30 p.m. del mismo sábado 14 de Mayo el Gral. Francisco Sequeira y su Estado Mayor se presentaron al Comando de los US Marines, al frente de una caballería de 600 montados, encabezados por una banda de guerra, con el propósito evidente de impresionar a los norteamericanos. Los marines entre curiosos y nerviosos, tomaron posiciones y se desplegaron en sus líneas en zafarrancho de combate. Al llegar al retén de los marines, Francisco Sequeira y su Estado Mayor, resguardados por 60 escoltas bien apertrechados, con excelentes armas y buenas cabalgaduras, saludaron militarmente. El Captn. Hart autorizó el acceso a su comando a una comitiva integrada por el Gral. Sequeira y 40 miembros, incluyendo 5 mujeres, una de ellas la amante de Cabuya y con fama de denodada guerrillera, Concepción «Conchita» Alday Navarro, una temeraria combatiente liberal. La entrevista del Gral. Sequeira con el Captn. Hart se prolongó una hora. Al final el guerrillero nicaragüense declaró que no podía entregar las armas «hasta tanto no me lo ordene el Gral. Moncada en forma oficial, cuando yo personalmente o un miembro de mi Estado Mayor se reúna personalmente con Moncada, y le dé directamente la orden de desarme. Un telegrama o una carta, no serían suficientes, pues “yo no confío en firmas”…»
El Gral. Sequeira y el Captn. Frank A. Hart, Comandante de Chinandega, acordaron que un representante de Sequeira viajaría a Managua a entrevistarse con el Gral. Moncada que estaría por unos días en la capital tras El Pacto del Espino Negro. Tal viaje se programó para el lunes 16 de Mayo de 1927, porque los domingos no había servicio de trenes. El General Cabuya y su tropa se retiraron a su Cuartel General en El Viejo. El Captn. Hart telegrafió un informe completo de su conferencia con «Cabuya» al Almirante Latimer, que a su vez lo reportó a Henry L. Stimson, quien se mostró encantado de que el Gral. Francisco Sequeira, estuviera dispuesto a rendir sus numerosas armas y aceptar la paz, porque «Cabuya» era considerado el guerrillero más importante de los grupos que operaban independientes y que no habían estado involucrados en el pacto de El Espino Negro.
Para los jefes norteamericanos en esos momentos Sequeira era mucho más importante que Sandino, de quien poco o nada se había escuchado. Con la prometida rendición y desarme de «Cabuya», el Cnel. Stimson se dio más que satisfecho, porque su misión finalizaba con rapidez e indiscutibles brillantes resultados, sin embargo, el Gral. Sequeira aún no había entregado sus armas, de modo que su rendición y desarme era una esperanzadora promesa; pero antes se produjeron dos hechos el mismo día domingo 15 de Mayo de 1927: A) Un regimiento representativo del ejército revolucionario liberal, completamente desarmado, realizó un simbólico «desfile de la victoria» en Managua donde se le tributó un jubiloso recibimiento.
No se trató de la totalidad de los combatientes, porque la gran mayoría de soldados liberales aún no habían terminado de salir de sus posiciones en Boaco, Teustepe, Las Banderas y sus alrededores, sino que fue un grupo representativo. El desfile fue, además de completamente simbólico, al mismo tiempo un acto patético. B) El Gral. Sandino no entregó a los norteamericanos sus armas en Jinotega, al contrario, reabasteció su arsenal, salió de la ciudad, se dirigió con una pequeña tropa de 29 soldados a San Rafaél del Norte y luego se internó en las montañas rumbo a la zona selvática de Yalí. Esto estaba ocurriendo cuando todavía el Cnel. Stimson se encontraba en Nicaragua haciendo los preparativos para su retorno triunfal a EE.UU., donde ya se le reconocía como el pacificador de Nicaragua, y los medios de la prensa estadounidenses hacían tremenda fanfarria glorificando al Coronel Henry Lewis Stimson.
El 16 lunes de Mayo de 1927, por la mañana, Managua se activó vistiéndose de fiesta y cordialidad para despedir al poderoso Representante Personal del Presidente Calvin Coolidge, el hombre que logró paralizar la guerra civil, obtener la rendición del Ejército Liberal Constitucionalista, desarmó al Ejército Conservador del Gobierno, hizo que los liberales reconocieran la legitimidad del Gobierno de Adolfo Díaz, reestructuró todas las instancias del Estado nicaragüense, ordenó las bases para las elecciones presidenciales de 1928 y hasta nombró candidatos para tales elecciones, ordenó la reorganización y fortalecimiento de la Guardia Nacional de Nicaragua, todo eso en solamente los 30 días que había estado en Managua y Tipitapa. Ese hombre fue el Cnel. Henry Lewis Stimson, que permaneció en Nicaragua escasamente un mes, desde su llegada a Corinto el domingo17 de Abril, y todo a base de negociaciones con los Liberales y «recomendaciones» dictadas al gobierno del Presidente Díaz.
Stimson dio precisas órdenes para la reestructuración y fortalecimiento de la Guardia Nacional de Nicaragua, pero esto no fue publicitado ante los nicaragüenses y se manejó como un asunto interno, con la secretividad necesaria, propia de los militares.
Temprano aquella mañana del lunes 16 de Mayo de 1927 hubo revuelo en la plazoleta y los corredores de la estación del ferrocarril, que funcionaba como funciona el aeropuerto internacional, era la puerta principal de Nicaragua donde transitaba el Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua. Todo el mundo oficial, social y político se encontraba presente para despedir al Cnel. Henry Stimson. Los principales personajes políticos, militares e invitados, hicieron festiva antesala en el bar, restauranate, cafetería y salones del Hotel Estrella, ubicado en la Calle Candelaria, a una cuadra la estación del ferrocarril, para tomar refrigerios, desayunos, algunos nepentes, hacer comentarios y al aproximarse la hora de dar el adios al Cnel. Stimson, de la tertulia en el Hotel Estrella se trasladaron a la estación.
La banda musical recibió con acordes de protocolo la llegada a la estación ferroviaria del Presidente Díaz acompañado del Cnel. Henry Stimson. Saludaron el Gral. José Ma. Moncada y a varios Generales Liberales presentes; al Almirante Julián Latimer y altos oficiales de la intervención norteamericana en Nicaragua, dignatarios de Nicaragua y Estados Unidos formaban una nutrida y alegre multitud que adornaban damas vistiendo sus mejores trajes. Presentes también los Embajadores y Ministros. Se rumoraba con admiración y con exageraciones acerca del «enorme barco de guerra» en que llegó el Cnel. Stimson y que lo estuvo esperando un mes para llevarlo de regreso a EE.UU., lo cual era un insólito y admirable tema de conversación.
Aquello fue un grandioso acontecimiento político y social pomposamente resonante para la bucólica y provinciana Nicaragua de entonces, pero… Los primeros marines muertos en combate. El encanto festivo que se vivía en la estación de Managua y en el Hotel Estrella, súbitamente se ensombreció cuando llegaron los informes increíbles del primer combate en suelo nicaragüense contra las tropas norteamericanas de la ocupación, en el que habían muerto dos marines y otros heridos de bala, todos caídos en una emboscada en la cercana Paz Centro.
Esta primera acción de armas contra las fuerzas militares de ocupación, sacaba a luz el resentimiento y la furia contenida del pueblo nicaragüense ante la presencia de las tropas extranjeras que se comportaban como los dueños de Nicaragua. Hubo innumerables casos de violencia a título personal, en donde nicaragüenses se enfrascaban a golpes y hasta duelos a balazos con los marines, que no ocultaban su arrogante petulancia y su racismo contra los nativos de Nicaragua, suelo que ilegalmente ocupaban, semejante al de cualquier otra soldadesca que ocupa un país enemigo vencido. La noche anterior, domingo 15 de Mayo de 1927, un grupo guerrilleros liberales nicaragüenses de las tropas del Gral. Francisco Sequeira, «Pancho Cabuya», se encontraban aparentemente celebrando con una borrachera se trataba de hacer creer eso en las cantinas de San Nicolás de la Paz Centro, pueblo artesanal y estación ferroviaria del departamento de León, ubicado a solamente 56 kilómetros de Managua y paso obligado del ferrocarril donde viajaría de regreso a Corinto el Cnel. Stimson, con su esposa Mabel y comitiva. Cerca de la media noche del sábado 14 de Mayo de 1927 a pocos minutos del domingo, en una de las cantinas se formó una balacera. Los disparos fueron escuchados por los soldados norteamericanos del comando de los marines que estaba ubicado fuera del pueblo, en un campamento alejado 300 metros al otro lado de la vía férrea. Todo el alboroto era un señuelo. Los soldados de «Cabuya», tenían apostados centinelas vigilando diferentes áreas del pueblo esperando con una emboscada la segura llegada de los marines, alertados especialmente por la seguridad del paso del tren al día siguiente con el Cnel. Stimson a bordo.
El Comandante del destacamento, Capitán Richard R. Buchanan USMC, organizó un pelotón y se introdujo en las calles de La Paz Centro a investigar y poner el orden, porque los interventores se consideraban y tenían órdenes de actuar como policías militares en Nicaragua. Los centinelas de los guerrilleros descubrieron el movimiento en el campamento norteamericano y vieron en la penumbra nocturna, acercarse al pelotón de marines, dieron aviso a sus jefes, que estaban preparados y esperando el encuentro. «Cabuya», aparentemente no se encontraba en el lugar de los hechos. Cuando el pelotón del Capitán Richard Buchanan entró por la Calle Real de La Paz Centro, a restaurar el orden entre los escandalosos borrachos nicaragüenses, las primeras balas silbaron sobre su cabeza; Buchanan, a la vanguardia de su columna, continuó la marcha en la oscuridad dividiendo a su gente: una escuadra de batidores al flanco derecho y media escuadra en el izquierdo. El cuerpo principal de la columna los seguía a 50 yardas. Habiendo caminado tres cuadras, el Sargento Glendell L. Fitzgerald, del flanco izquierdo, divisó un grupo de cerca de 65 hombres y creyó que se trataba de soldados conservadores. Les dio el alto recibiendo en respuesta una andanada de balas. Mientras los hombres de Fitzgerald se ponían a cubierto, el Capitán Buchanan hizo una conversión a su izquierda para socorrerlos. La patrulla de Buchanan avanzó bajo el fuego graneado de rifles y ametralladoras hasta el refugio de Fitzgerald una acera alta, de tambos de madera, y un montón de durmientes de ferrocarril apilados junto a la Calle Real.
El Teniente C. J. Chappell maniobró con sus hombres para resguardar la izquierda de Buchanan, sufriendo tres bajas en este movimiento. La retaguardia de los marinos estaba bajo el mando del Cabo Donald L. Truesdale y su escuadra. Buscando cómo mejorar sus posiciones el Capitán Buchanan intentó cruzar la Calle Real y cayó abatido por los disparos que salieron de la ventana de una cantina. Después de recuperar su cuerpo, herido mortalmente, el Sargento Fitzgerald y dos rasos atacaron por las calles, a favor de la oscuridad, y limpiaron de enemigos (nicaragüenses) la cantina, matando a siete. El Capitán Buchanan y los otros tres heridos: los rasos Jackson y Simon y el cabo Raush, fueron llevados a la cantina, donde los marinos decidieron hacerse fuertes. A las 2:30 de la madrugada el fuego enemigo barría la cantina desde las casas próximas; entretanto moría el Capitán Buchanan. El raso Marvin A. Jackson, el herido más grave, tuvo una agonía más larga. «Ese muchacho no quería morir», recordaba posteriormente el Cabo Truesdale, «sus sesos estaban esparcidos por un balazo, y así y todo, no quería morirse, pero murió». El enemigo inició su retirada de La Paz Centro a las tres de la mañana de ese lunes 16 de Mayo (la emboscada comenzó el domingo 15), dejando catorce muertos; algunos llevaban la banda roja en el sombrero, enseña del ejército liberal. En vez de perseguir al enemigo, el Teniente Chappell reagrupó a sus hombres, formó el pelotón y condujo los cadáveres y los heridos a la estación del ferrocarril.
La asistencia médica más cercana era la Universidad de León en la ciudad de León, centro tradicional del liberalismo, donde también un destacamento de marinos norteamericanos montaba guardia. Notificarse a este destacamento del inminente arribo de los heridos y los cadáveres del Capitán Buchanan y el soldado Jackson. Aunque el informe refleja el punto de vista de los marinos de la intervención, no sin poner un poco de «condimento de heroicidad» a la acción de sus compatriotas y magnificar a catorce (14) el número de muertos nicaragüenses que, como en todos los reportes oficiales exageran las bajas del enemigo para minimizar las propias; tampoco menciona que la acción fue una muy bien planeada emboscada preparada por los guerrilleros liberales del General Sequeira, y nunca se supo si actuaron por órdenes del mismo Pancho Cabuya o por iniciativa de algunos de sus jefes subalternos que no estaban de acuerdo con la plática de desarme que se había sostenido en Chinandega el sábado anterior. O se trató de un plan del mismo Gral. Francisco Sequeira y estuvo ausente para que no se le atribuyera el ataque.
El hecho indiscutible fue que los primeros disparos de las aparentes borracheras fueron hechos precisamente para atraer a los norteamericanos del campamento cercano y emboscarlos en la Calle Real de San Nicolás de la Paz Centro. La noticia del enfrentamiento armado se propaló velozmente por todo el departamento de León, primero, Nicaragua después, y finalmente llegó a Estados Unidos, de manera que cuando estaba por llegar a León el tren con los cadáveres y heridos norteamericanos, se había congregado una gran multitud en la estación del ferrocarril de León, para ver tal espectáculo… ¡y celebrarlo!… Los marines norteamericanos de la guarnición de León tomaron posiciones y formaron una Guardia de Honor para recibir y proteger los ataúdes. Es sobrancero señalar que los marines estaban furiosos con la muchedumbre reunida y peor se pusieron cuando al bajar los cadáveres la multitud rugió de contento y lanzó gritos de «¡Viva el General Cabuya!» y «¡Mueran los yankees!», las burlas y los abucheos se prolongaron todo el tiempo que duró la operación y la ceremonia funeral en la estación ferroviaria.
Los norteamericanos heridos en La Paz Centro, el Cabo Anthony J. Rausch, USMC, originario de Filadelfia; el soldado William F. Simon, USMC y otro no identificado, fueron atendidos en la Escuela de Medicina de la Universidad de León. Los militares norteamericanos fueron contenidos por sus oficiales y se evitó la violencia en la estación; pero los incidentes en los días sucesivos se multiplicaron y varios ciudadanos fueron agredidos por los marines en leves casos de policía y hubo hasta muertos.
Y también el coraje de los leoneses, pues resentían los abusos de la conducta de los marines que incluso en los comercios nicaragüenses solicitaban crédito dando nombres falsos y con esos mismos nombres falsos contraían matrimonio con jovencitas nicaragüenses ingenuas. Antes de medio día del mismo lunes 16 de Mayo, los marines asumieron las labores de policía en Managua, ordenando el cierre de todas las cantinas y lugares de expendio de licores, cuya venta fue prohibida, para desalentar cualquier celebración o festejo popular por la acción ocurrida en La Paz Centro.
Después de conocerse la noticia, un tren expreso especial partió de Managua llevando al Cnel. Henry L. Stimson, acompañado de su esposa Mabel White Stimson y comitiva, al puerto de Corinto, para abordar el entonces muy moderno crucero de guerra, recién construido en Filadelfia en 1924, el USS Trenton, que estuvo anclado en el puerto de Corinto, esperando al Cnel. Stimson durante todo el mes de su permanencia en Nicaragua, debido a lo importante del personaje y de su misión. El tren expreso que transportaba a Stimson a Corinto, llevaba como custodia a más de cien marines en alerta de combate y toda la línea férrea de Managua a Corinto estaba tomada por patrullas de marines, especialmente en los puentes.
En Managua, por la tarde del lunes 16 de Mayo, el Brigadier General Logan Feland se reunió con el Gral. Moncada, el Capitán Frank A. Hart, Comandante de Chinandega; y el representante del Gral. Francisco Sequeira «Cabuya», para convenir el desarme de las guerrillas liberales chinandeganas, señalando el día jueves 19 de Mayo de 1927 para efectuar la entrega de todas las armas. Hasta entonces los comandantes norteamericanos comenzaron a comprender lo importante que debía considerarse la acción del Gral. Sequeira en La Paz Centro. Feland fingió no dar importancia al combate de La Paz Centro, pero insistió reiteradamente en que «Cabuya» debía cumplir con su desarme total. Muy temprano en la mañana del jueves 19 de Mayo de 1927, cumpliendo su compromiso, el Gral. Sequeira, entregó sus armas al Capitán Frank A. Hart, US Marine, en la ciudad de Chinandega.
Ese mismo día el Departamento de Estado de EE.UU. anunció oficialmente que «la banda guerrillera que atacó a la guarnición de marinos en La Paz Centro, Nicaragua, se encuentra presente en las negociaciones con vistas a la entrega de sus armas». Ese anuncio del Departamento de Estado, como todos los demás, era para el consumo de la prensa norteamericana e internacional, muy poco o nada se conoció en Nicaragua de ese anuncio oficial; pero es evidente que oficialmente el Gobierno de EE.UU. señaló al Gral. Sequeira, como el responsable de la emboscada a los marines en La Paz Centro. Pronto se vería el resultado de esta inculpación.
El «General Cabuya» se retiró a su casa en El Viejo, aparentemente tranquilo, después de cumplir con el desarme y disolución de su tropa, quedándose con un pequeño grupo de protección. Si había alguien que estaba observando e informándose de lo que ocurría con «el General Cabuya» en Chinandega, ese era el Gral. Augusto C. Sandino, que ya se encontraba en las frondosas montañas de Yalí, Jinotega, en franca rebeldía, aunque su actitud no era considerada por nadie como un peligro serio, en esas fechas hasta era ignorado. Basado en la acción del Gral. Sequeira en la Paz Centro, por primera vez el Gral. Moncada se dirigió al Gral. Augusto C. Sandino el sábado 21 de Mayo de 1927 enviándole un mensaje invitándole a rendirse y entregar sus armas, dándole garantías que no habría represalias. Sandino respondió a Moncada que «no rendiría sus armas mientras los marinos norteamericanos permanecieran en Nicaragua», con esta firme actitud de Sandino se marcó en esta fecha el inicio de una nueva guerra, esgrimiendo la defensa por la soberanía de Nicaragua y reclamando los derechos conculcados al Dr. Juan B. Sacasa. Ese mismo 21 de Mayo de 1927 los soldados norteamericanos ocuparon la ciudad de Jinotega, en la búsqueda del Gral. Sandino y su columna, compulsados por la experiencia con el Gral. Sequeira en La Paz Centro, para controlarlo y someterlo con una operación que ellos creían sería un simple acto de policía, hasta afirmaron que la temporada de lluvias destruiría las armas de Sandino.
El martes 24 de Mayo de 1927 el Gral. Sandino expuso a su columna segoviana su decisión de luchar contra el poder interventor norteamericano, con el resultado de que solamente 29 hombres, más con la persona de Sandino sumaron 30, se decidieron a acompañarle en la nueva y desigual gesta. Sandino ocupó con su precaria columna la ciudad de El Jícaro, nombrándola cabecera departamental de Nueva Segovia con el nombre de «Ciudad Sandino».
El jueves 26 de Mayo de 1927, el Gral. Francisco Sequeira entró cabalgando solo a la ciudad de Chinandega después de haber entregado las armas, al parecer en un desplante temerario de «hombre valiente», cuando súbitamente fue provocado por un individuo civil nicaragüense, con quien «Cabuya» se lió a golpes, lo que motivó fuera arrestado por los marines, que con toda naturalidad habían asumido las funciones de policía en Nicaragua, amonestó a Cabuya y le amenazó de que «si se repetían ofensas de esa clase, sería capturado y enviado a Managua a la orden de las autoridades civiles».
Después fue puesto en libertad y discretamente seguido por espías renegados nicaragüenses al servicio de los interventores, que nunca faltan, para determinar exactamente dónde estaba ubicado su lugar de refugio y cuantos hombres formaban su escolta. Sin saberlo el «General Cabuya», estaba siendo objeto de una letal conspiración. Los informadores llevaron los datos completos sobre el Gral. Sequeira al cuartel de los marines en Chinandega y un pelotón fue organizado bajo el mando del Capitán William P. Richards, armados con equipo completo de combate. A las 9:30 de la noche tenían rodeada la casa del Gral. Sequeira en El Viejo, e iniciaron el asalto sorprendiendo a los ocho custodios, quienes fueron balaceados a quemarropa. Al escuchar las detonaciones, el «General Cabuya», que se encontraba en su dormitorio con su mujer, Concepción «Conchita» Alday Navarro, se levantó de un salto buscando sus armas, cuando violentamente fué rota la puerta y entró el Capitán William P. Richards y otros marinos disparando sus ametralladoras Thompson sobre el cuerpo del Gral. Francisco Sequeira, que cayó instantáneamente muerto, sin poder empuñar sus pistolas.
Su mujer, la guerrillera «Conchita» Alday, salió de la impavidez producida por la violenta sorpresa, logró tomar un machete y se avalanzó sobre el Cptn. Richards, pero la detuvieron las ráfagas de las Thompson, cayendo su cuerpo muerto junto al de su General Francisco Sequeira, «Cabuya». Desde Jinotega, el Gral. Augusto C. Sandino, aprendió algo más sobre los métodos de los US Marines. La lección del «General Cabuya» sería de mucha utilidad para Sandino y su seguridad, durante los próximos cinco años y cinco meses y medio… tiempo en que se mantuvo en guerra contra los US Marines, afamados como los mejores soldados del mundo… Los marines supusieron que la peor amenaza «para la paz», había muerto con «Cabuya».
La ejecución sumaria de este combatiente liberal, a todas luces no fue una acción para «consolidar la paz», sino una venganza del Cuerpo de Marinos por sus camaradas muertos y heridos en la emboscada en San Nicolás de la Paz Centro. Cada vez se hacía más evidente la necesidad para las fuerzas de intervención de contar con el apoyo de nicaragüenses debidamente entrenados, armados y leales a los marines, que se ocuparan de misiones de alto riesgo, para ahorrar peligros, sangre y vidas de los soldados norteamericanos de las fuerzas de ocupación. La respuesta a esa necesidad fue, sin duda, fue el fortalecimiento, entrenamiento y multiplicación de soldados para la Guardia Nacional de Nicaragua.