Viajé hacia Valldemosa en la parte occidental de Mallorca, isla que, por sus paisajes, ha servido de inspiración a muchos escritores, músicos, historiadores y pintores. Descrita como la perla del mediterráneo, la isla dorada por el sol, de la calma y de la paz.
Atravesé la sierra Tramontana, entre las montañas azuladas con tonos blanquecinos, pareciendo estar siempre nevadas. Bosques de pinares, palmeras y almendros, que descienden en las laderas hasta besar el mar. Adornadas con vetustos troncos de olivos, viñedos e higueras. Paisajes maravillosos que se confunden en la lejanía con el azur intenso del mediterráneo. El sol, al poniente, se refleja en los atardeceres creando una luminosidad inigualable.
En el centro de la sierra, en una de las terrazas del valle de Valldemosa, reposa el antiguo monasterio de la Real Cartuja.
La Cartuja comprende el antiguo monasterio, —el cual fue residencia Real, construido para Sancho I — que reinó entre (1311-1324), la iglesia y las celdas. Se cree fue edificada sobre un viejo alcázar de un valí, moro, Mussa o Muça del que provendría el nombre de Valldemosa. Luego, fue habitado por monjes cartujos desde el año 1399 hasta su exclaustración en el año 1835. Pasando luego a manos privadas.
En 1801, estuvo preso y convertido por los cartujos en huésped ilustre, Gaspar Melchor de Jovellanos, creador de su Instrucción pública; Historia de La Cartuja de Valdemossa y de un Diario.
Tras su secularización, acogió en el invierno de (1838-39) al pianista y compositor francés Frédéric Chopin y a su compañera escritora George Sand creadora de la obra: Un Invierno en Mallorca.
Rubén Darío, por invitación de su amigo Juan Sureda, vivió allí en dos ocasiones. Durante su estancia escribió la novela: El oro de Mallorca y los poemas: La Cartuja, Los olivos y Valldemosa.
Vivieron personajes como Sorolla, Unamuno y Azorín. Sus museos albergan legados históricos de los cartujos, del Archiduque Luis Salvador —creador de la obra Die Balearen e innumerables obras de artes—.
Actualmente es visitado por reyes, emperadores, presidentes y un sinnúmero de visitantes.
A la entrada principal, junto con la inscripción del Palau Del Rei Sanç, está la primera estrofa del poema de nuestro amado Rubén, dedicado a La Cartuja.
Este vetusto Monasterio ha visto / secos de orar y pálidos de ayuno / Con el breviario y con el Santo Cristo, /a los callados hijos de San Bruno.
En esta Mansión habitó en 1906 y 1913 el insigne Poeta, Príncipes de las lenguas Hispánicas RUBÉN DARÍO.
Finaliza una pequeña placa (costumbre del área) e inscrita en Mallorquín de la Santa Catalina Thomàs Gallard, Santa valldemossina a quién los cartujos veneran.
Al pasar por la Iglesia del viejo monasterio, decorada con pinturas de Richard Anckermann, está el salón de música donde actualmente se celebran conciertos. Escuché un recital de Chopin recordando a Benjamín Itaspes, el músico, protagonista de la novela: El oro de Mallorca, que al igual que Chopin, allí se inspiraba.
Pasé a la magnífica biblioteca, donde se conservan cartas de Darío, donadas por José Luis Veiret Sureda.
En dirección a la torre azul turquesa, construida en el año 1555, que sirvió de defensa contra los moros, donde Benjamín Itaspes, disfrutara de sus lecturas y de los ocasos, está la habitación de Rubén, en ella hay una réplica en cera, la cual posa en su escritorio, escribiendo, con el hábito de cartujo, (como el poeta Osvaldo Bazil, se empeñara en vestirlo, una tarde inolvidable para Darío), que dijo: «yo, en verdad, me sentía completamente cartujo, bajo el hábito que llevaba».
En el jardín del antiguo palacio hay una estatua de Darío, igual a otra que hay en Palma, frente al mar. En el Jardín de los mirtos, consecutivo a las celdas y alrededor de la fuente donde «una pequeña divinidad marina sopla en su caracol de bronce», hay un medallón con el busto de Rubén que dice: Príncipe del Verso Castellano. A la Cartuja de Valldemossa donde Rubén Darío vivió feliz, homenaje del embajador Sansón Balladares.
Fue un honor como nicaragüense recorrer los umbrales de este viejo monasterio, donde aún deambula el espíritu artístico de todos los seres que vivieron en él y donde nuestro querido Rubén Darío se llenara de paz y alegría. Castillo que sirviera de inspiración, luego de refugio, consolación y sanación a hombres ilustres e inolvidables.