Recordando a Fernando Gordillo Cervantes
El 31 de julio por la mañana el rector de la UNAN-Managua, profesor Elmer Cisneros, junto con autoridades de esa institución y familiares de Fernando Gordillo Cervantes, procedieron a inaugurar la plaza y el monumento dedicados a su memoria, y a develar la placa en el auditorio que, desde hace muchos años, lleva su nombre.
El homenaje de la Universidad es un reconocimiento más que ha merecido uno de los líderes intelectuales más destacados que ha dado nuestro país. Fernando es un símbolo de integridad ética, inteligencia, brillantez y compromiso político, como escritor, ensayista, poeta y orador y sobre todo como persona a través de la coherencia entre la palabra y la acción, la teoría y la práctica.
Con Sergio Ramírez, escritor desde su juventud y uno de sus mejores amigos, fundó la revista Ventana, la que fue un punto de referencia fundamental de la joven literatura nicaragüense. En ella escribió poemas, discursos políticos y antieditoriales. Desde ella fustigó la dictadura, la corrupción y la indiferencia.
Fernando fue uno de los más destacados integrantes de la Generación de la Autonomía, llamada también Generación del 59 y del 23 de julio en conmemoración a los mártires de la masacre de ese día y año en una manifestación de protesta contra la dictadura. Fueron esos, tiempos de lucha y de creación intelectual, de radioteatros universitarios organizados por Chuno Blandón, de concursos de oratoria y de debates políticos e ideológicos en las asambleas universitarias. Fueron años de cambios fundamentales en la Universidad bajo el rectorado del doctor Mariano Fiallos Gil, verdadero transformador de la academia nicaragüense y padre de la autonomía universitaria.
Algunos años después, la noche de un domingo de enero de 1965, recién regresado de Roma en donde había concluido mis estudios de posgrado, sonó el teléfono en la casa de mis padres en Masaya. Era Fernando quien me llamaba para excusarse por no haber llegado ese día, tal como me lo había anunciado pues, me explicaba, estaba muy enfermo y había sufrido una crisis; no obstante, me hacía saber que ya se sentía bien y que llegaría a verme al día siguiente en compañía de Manolo Morales y Edgardo Matamoros.
La última vez que le había visto, cuatro años atrás, Fernando era expresión de la vitalidad, aunque ya posiblemente la enfermedad se alojaba en él. Ahora tenía ante mí un joven pálido, de ojeras y sentado en una silla de ruedas que empujaba con inmensa solidaridad la enorme humanidad física y moral de Manolo.
El reconocimiento de la UNAN Managua a Fernando Gordillo (con la inauguración de una plaza y un monumento a su memoria), es una reafirmación de lo que debe ser siempre la Universidad: el centro del debate de las ideas libremente expresadas y sostenidas por la argumentación racional, tal como fue la lección que desde su juventud Fernando Gordillo dejó a las futuras generaciones.
En octubre de ese año de 1965, participamos ambos en la conmemoración del Primer Aniversario de la muerte del doctor Mariano Fiallos Gil. Yo lo hacía en nombre de los profesores de la Universidad Nacional, debido a que había sido designado para ello por el nuevo Rector, doctor Carlos Tünnermann Bernheim; Fernando lo hacía por derecho propio, pues no había voz más autorizada que la suya entre los de nuestra generación.
Comenzó pidiendo disculpas por su voz precariamente sostenida y leyó un memorable discurso: Dos Maestros. Era un retrato de los dos intelectuales para él más importantes en la historia reciente de Nicaragua. José Coronel Urtecho, retirado en el río San Juan, gran maestro de los poetas de Nicaragua, y Mariano Fiallos Gil, en la Universidad Nacional.
Dos maestros que eran dos caminos y dos opciones: o el camino del río con José Coronel Urtecho, hacia donde peregrinaba gran parte de la intelectualidad nicaragüense, o el del compromiso en la Universidad con Mariano Fiallos Gil.
Era la primera vez que le veía y escuchaba leer un discurso, pues siempre que habló desde cualquier tribuna, lo hizo sin tener a mano un texto escrito. Sus discursos eran de una encendida oratoria que hacía vibrar al público al que se dirigía. En esta ocasión empezó con voz débil y poco audible, la que fue creciendo en fuerza y volumen, hasta alcanzar las tonalidades y colores de sus mejores tiempos.
Dos años después, en 1967, que sería el año de su muerte, lo encontré en la UCA en su silla de ruedas a la entrada del auditorio donde yo debía dar una conferencia. Después de saludarnos me dijo que se quedaría a escuchar la exposición y a participar en el debate. Se situó al fondo cerca de la puerta. Desde la tribuna que ocupaba logré verlo varias veces hasta que no le vi más. Pensé que se había cambiado de sitio y no lograba ubicarlo. Vino el debate y la voz tan esperada de Fernando no se escuchó.
Al día siguiente me llamó por teléfono a León, a mi despacho en la Universidad y me explicó que se sintió mal y tuvo que regresar a su casa. Me dijo que había leído el texto de mi conferencia publicado previamente en la Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNAN y que me enviaría por escrito sus observaciones. Nunca las recibí. Su estado empeoró y a los pocos días murió.
Desde su muerte el auditorio principal de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en Managua, el mismo en el que el 31 de julio pasado se descubrió la placa en su honor, lleva su nombre, al igual que la plaza y el busto inaugurados ese mismo día. Ningún lugar mejor para recordarlo que la plaza conmemorativa y, por supuesto el auditorio que ya desde hace varios años evoca su memoria, pues no hay lugar más apropiado que estos históricos sitios de las asambleas, debates políticos y encuentros nacionales.
Ningún lugar mejor que los auditorios, paraninfos y plazas de las universidades desde las cuales habló y sigue hablando Fernando desde su juventud a las sucesivas generaciones, pues no hay que olvidar que aunque los jóvenes pasan, el mensaje permanece.
Creo que este reconocimiento de la UNAN Managua a Fernando Gordillo, es una reafirmación de lo que debe ser siempre la Universidad: el centro del debate de las ideas libremente expresadas y sostenidas por la argumentación racional, tal como fue la lección que desde su juventud Fernando Gordillo dejó a las futuras generaciones. (El autor es jurista y filósofo nicaragüense).
Magnifico recordatorio de este ilustre joven nicaraguense, solo he oido hablar bien de él, eso es algp bonito que lo recuerden joven, brillante como brillante es el futuro de la patri querida. Honor y gloria a Fernando Gordillo simbolo de la juventud rebelde y esperanza de Nicaragua