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17 Julio 2014: 35 Aniversario de la Comunidad Nicaragüense

Posted On 09 Jun 2014
By : len2014
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INMEDIATAMENTE DESPUÈS DEL ATERRIZAJE DE LOS 5 AVIONES DE SOMOZA EN MIAMI,
LAS HORDAS DESATARON LA RAPIÑA, ROBANDO, ENCARCELANDO, MATANDO Y EXPULSANDO

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El 17 de Julio de este 2014 se cumpliran 35 años de la fundación de la Comunidad Nicaragüense de Miami. Antes del 17 de Julio de 1979, en Miami residían menos de 200 nicaragüenses. El mayor grupo lo constituían los Oficiales de la Guardia Nacional que llegaron exiliados en 1947, tras el golpe de estado que perpetró el Gral. Anastasio Somoza García al derrocar al Presidente Dr. Leonardo Argüello Barreto. Entre esos oficiales estaban los hermanos Francisco y Horacio Aguirre Baca, fundadores del Diario Las Américas, don Adrián Espinosa y otros miembro de la Guardia Nacional con sus familias.

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Hoy, en 2014, con cerca de 400,000 exiliados, sin contar a los hijos y nietos nacidos en EE.UU., que superan esa cifra, Miami sigue siendo la segunda ciudad con más habitantes nicaragüenses después de Managua.

¿Cómo comenzó la historia de esta Comunidad Nica de Miami

Esta es la historia debidamente comprobada:

Cuando el Gral. Anastasio Somoza Debayle abordó el helicóptero Sikorsky S-58-T, azul y blanco PLN, eran las 2 de la madrugada del 17 de Julio de 1979. Y con un breve viaje sin retorno, de la Loma de Tiscapa al Aeropuerto Internacional Las Mercedes, el Gral. Somoza, sin saberlo y sin proponérselo, inició el exilio y el éxodo de más de un millón de nicaragüenses, que aún no termina. Indudablemente que el Gral. Somoza Debayle, sus Ministros, y altos Oficiales de la Guardia Nacional, con sus familias, fundaron desde el 17 de Julio de 1979, lo que hoy es la gran Comunidad Nicaragüense de Estados Unidos, aunque ese no era la intención de ellos.

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Casi todos estaban convencidos que retornarían a Nicaragua unos meses más tarde, «cuando las cosas se calmaran». En la Nicaragua que dejaba Somoza tras su caída, hubo euforia y conmoción, unos eran sinceros y creían que de alguna forma habían obtenido una victoria y que todo sería mejor. La mayoría hipócrita fingió alegría o entusiasmo, y buscaban que les catalogaran de «revolucionarios», porque tenían miedo de ser acusados de somocistas o burgueses. Muchos empresarios, banqueros, profesionales y obreros se disfrazaron de rojinegro. Hubo somocistas que tratraban de mimetizarse, demostrando más fervor que los marxistas, y a todo pulmón gritaban «¡Viva Sandino!», donde antes gritaban «¡Viva Somoza!».

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Desde el primer día que los sandinistas tomaron el poder, las familias de los Guardias Nacionales y somocistas (porque los somocistas y los Guardias también tienen familias con hombres, mujeres, hermanos, madres, padres, hijos e hijas, niños y niñas, y son igualmente nicaragüenses), sufrieron persecución, capturas, cárcel, torturas y asesinato de algùn ser querido somocista o Guardia, a manos de los esbirros de los entonces famosos nueve o la novena dirigidos por mercenarios marxistas «internacionalistas».

Miles de nicaragüenses que estuvieron en la Plaza de la República aquel Viernes 20 de Julio de 1979, celebrando el «triunfo», no tenían la menor idea ni minúscula sospecha que pronto también ellos saldrían al exilio.

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Las cosas venían muy mal para el último gobernante Somoza. Estados Unidos había decretado un embargo militar y económico contra el Gral. Somoza y su gobierno, y estando en plena guerra, no se permitió a ningún gobierno ni país vender municiones a la Guardia Nacional de Nicaragua.

En contraste, los aviones de la Central de Inteligencia Norteamericana (CIA), cumpliendo la misión de derrocar a Somoza y su régimen, suplieron armas de todo calibre y abundantes municiones en forma indiscriminada a los insurgentes, conforme a la orden del Presidente Carter.

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La orden norteamericana se resumía con esta frase: «ni un tiro para Somoza», y aún cuando la Guardia Nacional no fue derrotada en ningún combate, la falta de recursos bélicos, la presión económica y política de Estados Unidos, en forma directa y a travez de otros gobiernos obedientes a Washington y la OEA, Somoza fue obligado no solamente a renunciar del poder en Nicaragua ejercido por su familia durante medio siglo, sino además tenía que abandonar el país junto con su familia, sus jefes militares y sus ministros.

Poco antes de abandonar el poder y estando en plena guerra, el Gral. Somoza, analizando la conducta del Presidente Carter y todo su poder contra él, acuñó una frase que todavía resuena en muchas mentes: «Esta es una pelea de burro amarrado contra tigre suelto».

 

Porque nunca pudieron derrotar en combate a la Guardia Nacional, el FSLN nunca ha celebrado una victoria militar, (como San Jacinto en Managua-1856, Ayacucho en Perú-1824 o La Cuesta del Plomo en Managua-1893 ), sino que se limitan a celebrar un «repliegue», que en realidad fue una desesperada retirada, que han convertido con absurda propaganda en una gesta, publicitando a posteriori, que se trató de «un repliegue táctico», pero esto ya ha sido desmentido y aclarado por uno de los jefes de ese «repliegue», el Dr. Moisés Hassan Morales, que fue también miembro de la primera Junta de Gobierno del FSLN.

 

Miles aplaudieron y vitorearon aquel 17 de Julio de 1979, cuando supieron que «Somoza, su familia y sus Generales, habían abandonado Nicaragua».

Todavía más miles celebraron «el tiunfo» en la Plaza de la República el 20 de Julio, pero la gran mayoría de los que celebraron la renuncia y ausencia de Somoza, no sospechaban –siquiera–, que ellos seguirían los pasos de Somoza, principalmente hacia Miami, incluyendo a miles de miembros militares, policiacos y civiles del FSLN y sus familias, que aprovecharon los beneficios conquistados en Estados Unidos por los «somocistas», en beneficio de todos los nicaragüenses.

 

Cuando Somoza ya estaba convencido que tenía que renunciar, escribió su renuncia y la anduvo en su bolsillo por 16 días, y en esos días, públicamente le expresó al pueblo nicaragüense: «De rodillas me pedirán que vuelva», pero entonces nadie le hizo caso, y como respuesta sus enemigos del gobierno norteamericano acuñaron otra consigna en respuesta: «Cualquier cosa es mejor que Somoza».

No pasarían muchas semanas, cuando en la Nicaragua regida por el FSLN y los marxistas mercenarios, miles de nicaragüenses se arrodillaron clamando: «¡Somoza, ladrón, genocida, hijueputa, volvé que estos son peores que vos!»

 

•••••

 

Iniciamos esta cronología de la génesis, lucha, desarrollo y éxitos de la Comunidad Nicaragüense de Estados Unidos, con un relato vívido y minucioso que nos hizo el Capitán GN (PA), Abel Toledo Hislop, qepd, piloto del helicóptero presidencial en que el Gral. Somoza y seis acompañantes volaron desde la Loma de Tiscapa al Aeropuerto Las Mercedes.

Acompañaban al Gral. Somoza seis personas aquella madrugada del 17 de Julio: su hermano el Gral. José R. Somoza, exInspector General del Ejército; el Gral. G.N. Samuel Genie Amaya, ex Jefe de la Oficina de Seguridad Nacional y entonces Ministro de Hacienda y Crédito Público, su esposa la Gral. G.N. Ida Ow de Genie, del Cuerpo Médico G.N.; el Gral. Rafaél Adonis Porras Largaespada, primer ayudante del Presidente y su esposa, Prof. María Elena de Porras, Ministra de Educación Pública, y el Cnel. GN (PA), Pedro Joaquín Sánchez (“Piquín”), piloto del Learjet ejecutivo del Gral. Somoza.

Los siete personajes salían al exilio, porque era una exigencia del gobierno de Estados Unidos. Unas horas más tarde, los tres miembros de la tripulación del helicóptero, con sus familias, también volarían hacia el exilio.

Así comenzó el éxodo de nicaragüenses al destierro político, que 35 años después, el éxodo continúa, pero por razones económicas.

Capitán GN (PA), Abel Toledo Hislop, comandante de la unidad de helicópteros de la Guardia Nacional y piloto del Gral. Somoza Debayle desde 1971, nos describe su experiencia en la madrugada del 17 de Julio de 1979:

–«Volé el helicóptero de mi base en la EEBI hacia lo alto de la Loma de Tiscapa y aterricé en la plazoleta frente a las ruinas de la Casa Presidencial destruida por el terremoto de 1972. Era un excelente helicóptero S-58-T Sikorsky de dos turbinas. Faltaban unos minutos para las 2 de la madrugada».

«Abordaron el helicóptero el Gral. Somoza y varias personas, entre ellas el Gral. José Somoza, el Gral. Genie y su señora; el Gral. Porras y su señora. El General Somoza me dio instrucciones para llevarles directamente al Aeropuerto Las Mercedes».

«El plan de vuelo que diseñé –por razones de seguridad– consistió en volar de la Loma de Tiscapa hacia el lago Xolotlán, me interné como dos millas sobre el agua y viré hacia el Este hasta la altura del Aeropuerto, viré hacia el Sur y aterricé en la pista del aeropuerto, donde estaban cuatro aviones de pasajeros y el avión presidencial ejecutivo Lear Jet. El vuelo no duró más de diez minutos. El General Somoza se despidió de mi, de mi copiloto el Tnte. Hunter y del ingeniero de vuelo Pineda, a quien llamábamos “Pepe Grillo”. Eramos los tres de la tripulación. Nos abrazó y nos dijo que tuviéramos fe, porque vendría ayuda de Estados Unidos, una vez que él se fuera. Yo le respondí que no creía que llegara ninguna ayuda, y le deseamos buen viaje. Acto seguido se subió rápidamente a su Lear Jet que le esperaba».

«Comprendiendo el significado de lo que estábamos viviendo, en la terminal de Fuerza Aérea en el Aeropuerto llené de combustible el helicóptero, y por la misma ruta regresé a mi base en la EEBI».

«En la EEBI los oficiales y clases hacían comentarios y había inquietud en los soldados. Todas las unidades de la Guardia Nacional estaban escasas de municiones. Se rumoraba que –al salir el Gral. Somoza– llegarían armas y municiones de Panamá, pero el General había salido hacía algunas horas y la rumorada ayuda no llegaba. Las familias de los mecánicos y tripulación de los helicópteros comenzaron a llegar buscando la protección de la base militar. De pronto surgió la idea de poner a salvo a las familias de los soldados».

«Como a las once de la mañana llegó el General Federico Mejía González, que había sido nombrado Jefe Director de la Guardia Nacional, y me dijo que necesitaba transporte a Honduras para cumplir “una misión”. Esto me hizo confirmar que no llegarían armas ni municiones de Panamá ni de ninguna parte. Yo estaba bien informado de los acontecimientos de ese día. Le dije al Gral. Mejía González, que primero iba a llevar a esos soldados y sus familias al aeropuerto y después regresaría a llevarle a Honduras. El General accedió. Pero yo sabía que todo había terminado y que todos buscarían cómo ser transportados fuera de Nicaragua. Primero con cierta discreción, pero después sería una frenética avalancha».

«Subí al helicóptero un total de 33 pasajeros, más nosotros tres de la tripulación, sumábamos 36 personas a bordo, la mayoría familiares de los soldados y algunos soldados y oficiales de la EEBI que portaban sus armas de reglamento. Encendí las turbinas y despegamos rumbo al Norte para internarnos sobre el lago Xolotlán. Ascendí a 10 mil pies de altura y volamos sobre San Francisco del Carnicero, Estelí y Somoto».

«El aparato tenía capacidad para 12 pasajeros; pero íbamos 36, más el peso de los tanques llenos de combustible».

«Cuando estábamos sobre Somoto les dije: “Véanlo bien, es lo último que -talvez– veremos de Nicaragua»”.

«Cuando estábamos volando escuchamos en la radio de la Fuerza Aérea que se ordenaba perseguir y derribar a un helicóptero que no llevaba Plan de Vuelo, pero no pasó nada. Ya estábamos volando sobre territorio hondureño».

«Me comuniqué con la torre de control de Toncontín, el aeropuerto de Tegucigalpa y el operador reaccionó incrédulo y asustado cuando le dije “36 nicaragüenses pedíamos asilo político”. Llamó a su jefe, un coronel de apellido Torres y no podía creer que estuviésemos pidiendo asilo. Nos autorizó aterrizar enmedio de un fuerte grupo de soldados hondureños armados. Torres nos interrogó y nos expresó sus sospechas de que éramos desertores. “Ya verá llegar más helicópteros y aviones dentro de algunos momentos”, le dije, “nosotros fuimos los primeros en salir, después del General Somoza”».

«Por unos minutos todo el grupo estuvo nervioso de ser catalogados como desertores, pero de pronto, antes de media hora, comenzaron a aterrizar bimotores de carga y pasajeros DC-3 y C-47, Curtis, cuatrimotores DC-6, helicópteros, avionetas y hasta aviones fumigadores, todos sobrecargados de pasajeros, todos pidiendo asilo político. En una avioneta aterrizó en Toncontín el Gral. Mejía González y también solicitó asilo».

«Yo llevaba mi pasaporte con visa norteamericana, esa noche del 17 de Julio dormí en la covacha de la Fuerza Aérea de Honduras, donde oficiales pilotos que habían sido compañeros míos en cursos de entrenamiento en Estados Unidos me atendieron muy bien. Vendí mi reloj, un radio y otras pertenencias; y al día siguiente, 18 de Julio, abordé el vuelo de la línea aérea Sahsa, de Tegucigalpa a Miami, donde me reuní con mi esposa Margarita y mis cuatro hijos, que ya se habían radicado en Miami, después del atentado que sufrí dos meses antes, en Mayo del 79, cuando me ametrallaron al salir de mi hogar».

«Estando en Miami y antes de pedir asilo, me ofrecieron un trabajo temporal en Honduras volando helicópteros. Siete meses después el proyecto finalizó, regresé a Miami y solicité mi asilo en las oficinas del Refugio Nicaragüense, en la Calle Flagler y la siete avenida».

Después que el Captn. Toledo alzó vuelo de regreso a los cuarteles de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, EEBI, con los tanques llenos de combustible de su helicóptero Sikorsky, decidido salir al exilio, el Gral. Somoza no levantó vuelo inmediatamente. Hubo retrasos.

Una de las fundadoras de la Comunidad Nicaragüense de Miami, la Prof. María Elena Solórzano de Porras, Maestra Normalista Graduada, Política Liberal, ex-Diputada y ex-Ministra de Educación, nos hizo este histórico relato, que coincide y continúa el testimonio del Capitán G.N. (FAN) Abel Toedo Hislop.

 

Este es el testimonio de la Prof. María Elena Porras:

 

–«Unas semanas antes de salir de Nicaragua, los diputados, senadores y funcionarios del gobierno nos habíamos trasladado al Hotel Intercontinental Managua, la pirámide, por razones de seguridad. (Ese hotel hoy se llama Crown Plaza). El Gabinete de Ministros y el Congreso Nacional, trabajabamos en el edificio del hotel».

–«La noche del 16 de Julio-79 me llamó mi esposo, Gral. Adonis Porras, ayudante del Presidente Somoza, y me dijo que el Presidente quería hablar conmigo. Yo le respondí que a esa hora ya estaba vigente el “toque de queda” y era peligroso salir del hotel. Adonis me dijo que el Presidente enviaría un vehículo militar para llevarme a sus oficinas –que llamábamos “El bunker”–, que eran solamente sus oficinas, pero la gente creía que era una fortaleza con sótanos y blindajes. “El búnker” fue un apodo que nosotros, los funcionarios del gobierno, le aplicamos a las oficinas del Presidente, por ese caràcter jocoso que tenemos los nicas».

–«El Presidente Somoza me explicó que el Gobierno de Estados Unidos le estaba presionando fuertemente, forzándole para que abandonara Nicaragua. “Comadre –me dijo– todo esto se acabó”, me llamó así porque él era el padrino de uno de mis hijos. Me dijo que me alistara “porque usted se va conmigo. Nos vamos forzados”, me dijo».

–«General, ¿Por qué no nos deja en Nicaragua?, le dije, nosotros podemos trabajar para reconstruir el Partido Liberal. Y él me respondió: “No María Elena, en Nicaragua subirán los comunistas y muchas cabezas de inocentes van a rodar. Yo lo he venido diciendo, advirtiéndole a todos, a los empresarios de Nicaragua, al gobierno de Estados Unidos, al pueblo nicaragüense; pero no quieren escuchar. Ya veremos cómo miles van a huir después, cuando prueben lo que significa el comunismo. Ellos van a decapitar a los inocentes, y no quiero que ustedes sean víctimas del comunismo”».

«Esas palabra –por proféticas–, no se me olvidan. Ante esa situación, dijimos: “vamos a salir”. Fue duro pensar el tener que dejar la patria y se nos pegó un dolor en el alma. Yo insistía: por qué nos vamos, si yo no le he hecho daño a nadie; pero el General Somoza era un visionario y conocía cómo actuaba el comunismo. Al principio me parecía imposible que la maldad llegase tanto como hacer rodar cabezas inocentes; pero el tiempo le dió la razón al Presidente Somoza, y huyendo de los “ajusticiamientos”, más de un millón de nicaragüenses abandonó Nicaragua y solamente en Miami nos radicamos 250 mil, sólo en los primeros meses; y hoy los que siguen huyendo de la miseria que dejó el comunismo, están en la diáspora, sumando más de un millón de nicaragüenses».

–«El Presidente Somoza, su hermano el Gral. José Somoza, el Gral. Genie y su señora; el piloto del jet “Nicarao”, Piquín Sánchez y nosotros, mi esposo y yo, abordamos el helicóptero que nos llevó al aeropuerto Las Mercedes. En la terminal estaban cinco aviones, y comenzó una larga espera, porque en el segundo avión viajaría el Cnel. Anastasio Somoza Portocarrero, hijo del Presidente, pero éste no había llegado y el Presidente estaba inquieto y nervioso por la tardanza de su hijo, y quería que las cosas se hicieran de la forma como lo habían obligado los norteamericanos».

–«Ya amaneciendo llegó el Cnel. Somoza Portocarrero, subió en el segundo avión, un jet grande de pasajeros, y antes de partir, estando el Gral. Somoza dentro del avión, se acercaron unos guarditas y el Presidente se bajó del avión y les habló diciéndoles que el gobierno de Estados Unidos le había prometido que no habría problemas con ellos, les dió un apretón de manos a cada uno, y partimos en el jet ejecutivo “Nicarao” con el Presidente Somoza, cuando ya amanecía».

–«El Coronel Somoza no quería salir de Nicaragua, estaba insistiendo en continuar la lucha al frente de la EEBI y la Guardia Nacional; pero su padre, el Presidente, le dijo que él había llegado a un convenio con el gobierno del Presidente Carter, y era imperioso que él también saliera de Nicaragua. Eso causó el retraso de la salida de los aviones. Cuando llegó el Cnel. Somoza Portocarrero su padre le llamó la atención con una reprimenda –padre sobre todas las cosas–, y el Coronel subió al segundo avión y nosotros despegamos en el jet presidencial, cuando ya eran cerca de las seis de la mañana… fue la última vez que vi mi tierra natal…»

–«A bordo del avión presidencial, cuando volábamos a Miami, el Presidente Somoza nos explicó el porqué nos trasladábamos a esta ciudad: “Estados Unidos me ofreció asilo político para todos nosotros, y en Miami tengo muchos amigos. En Miami puse mi primer pie en tierra norteamericana en 1936; así que en Miami me siento en buen ambiente”, nos explicó».

–«Cuando el avión comenzó a bajar antes del aterrizaje, yo no tenía idea de qué aeropuerto se trataba. Después supe que era la Base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, en Homestead (Homestead US Air Force Base), al Sur del entonces condado Dade. Yo no conocía esa localidad, pero me impresionó ver una carretera con una enorme caravana de vehículos de toda clase y comprendimos que la llegada del Gral. Somoza al exilio estaba en todas las noticias de Miami e incluso la información de que aterrizaría en la Base de Homestead».

–«Cuando bajamos, le esperaba una gran cantidad de reporteros en el edificio de la terminal. El Gral. Somoza concedió algunas entrevistas, pero poco tiempo después abordamos un automóvil, y él instruyó al conductor para que nos llevara a su residencia en Sunset Island, cerca a Miami Beach. Detrás de su automóvil, venía una gran caravana de vehículos de los medios de comunicación, de seguridad y amigos que habían escuchado la noticia, incluso un helicóptero sobrevoló la caravana y ruta del automóvil donde íbamos con el General Somoza, supongo que para protección e indicar el camino».

–«Estuve en su casa de Sunset Island, en Miami Beach algunas horas en las cuales el Gral. Somoza concedía varías entrevistas, una tras otra; yo estaba desesperada por reunirme con mis hijos que habían venido a Miami como quince días antes, de modo que cuando hubo un poco de calma yo les dije al General y a mi esposo Adonis, que iría a reunirme con mis hijos para calmarles, porque las noticias eran alarmantes porque realmente la situación era alarmante en Nicaragua. Adonis permaneció al lado del General».

–«Cuando yo estaba con mis tres hijos, un par de días después, en la casa del General en Sunset Island de Miami Beach, mi esposo Rafaél Adonis Porras recibió una llamada de la Casa Blanca. El que hablaba era Warren Christopher, Subsecretario de Estado, para decirle al General Somoza que en Managua el nuevo Presidente Francisco Urcuyo, había declarado que no entregaría el poder sino hasta después de completar el período de Somoza en 1981, y le dijo que esa declaración anulaba los acuerdos de asilo para él y que tenía que salir de Estados Unidos».

–«El General Somoza fue forzado por el Presidente Jimmy Carter a salir de Estados Unidos, y se fue a la isla Exuma, de las Bahamas, mi esposo le acompañó a Exuma, donde el General alquiló parte de un hotel para alojar a los militares y personal que le acompañaba, y rentó un yate que le permitía privacidad para pensar y reflexionar. En las Bahamas le sellaron su pasaporte con una visa de permanencia indefinida».

–«Rafaél me llamó por teléfono desde las Bahamas, para decirme que quería ver a los muchachos, nuestros hijos, y que aprovechara el viaje en avión que realizaría de Miami a Exuma el Gral. Heberto Sánchez Barquero, para viajar con mis hijos. Llevé a uno de ellos, Lorenzo, el menor, que era ahijado del General Somoza. En Exuma estuve dos días. Conversé con el General, había mucha tristeza en su espíritu y su forma de hablar. Me dijo que había creído las promesas del gobierno de Estados Unidos, y Carter le había traicionado. “Soy un fósforo quemado”, me dijo y agregó: “Ustedes podrán regresar a Nicaragua cuando las condiciones sean propicias en el futuro. Luchar para reconstruir al Partido Liberal, que ha sido y es el Partido de la mayorías”».

–«Me despedí de él en Exuma y mi esposo me pidió que le dejara a Lorenzo, nuestro hijo menor, por unos días más. Adonis estaba todavía convalesciente de una operación, y dejé a Lorenzo con él y me regresé a Miami».

–«El General había rentado el yate para un tiempo determinado, y cuando se venció el plazo devolvió la embarcación y se trasladó a instalarse en el hotel con todos los demás. Entonces fue que se apareció una funcionaria de inmigración de las Bahamas preguntando por el General Somoza. El la recibió con toda cortesía y le dijo que estaba a sus órdenes. Ella le preguntó dónde estaba el barco, y él le respondió que ya se había vencido la renta y lo había devuelto a sus dueños. Con altanería ella le dijo que se le había permitido estar en alta mar, pero no en tierra. El General le mostró la visa de estancia, donde no especificaba nada de alta mar, entonces ella tomó el pasaporte y con un marcador le rayó la visa y le dijo: “Usted no es bienvenido a las Bahamas y tiene que irse. Ya no tiene visa”».

–«En ese momento comenzó el Calvario final de Anastasio Somoza Debayle, un jefe de estado que hacía algunos meses era bienvenido en todos los países democráticos, al final, por la tremenda presión del gobierno del Presidente Carter sobre los gobiernos del mundo, el General Somoza fue rechazado oprobiosamente en todos los lugares donde solicitó refugio».

–«Finalmente surgió un amigo de verdad, el líder anticomunista de Guatemala don Mario Sandoval Alarcón, fundador del Movimiento de Liberación Nacional y ex Vice Presidente del Gral. Kjell Laugerud García de Guatemala».

–«El General Somoza y sus acompañantes volaron a Guatemala, pero la persecución del Presidente Carter le siguió hasta Guatemala y al sobrevolar el aeropuerto de la ciudad de Guatemala, las autoridades le negaron el aterrizaje. El General Somoza recordó a un alto oficial guatemalteco que se había graduado en la Academia Militar de Nicaragua, que le comunicó con don Mario Sandoval Alarcón, quien llegó con una fuerte caravana, le consiguió autorización para aterrizar y salió en la caravana hasta una amplia finca propiedad de Sandoval Alarcón donde todos fueron alojados».

–«Pero la presión del Presidente Carter continuaba, el General Somoza le dijo a su amigo Sandoval Alarcón que no quería perjudicarle con su presencia, de modo que continuó buscando un lugar donde refugiarse, hasta que logró ser aceptado por el Presidente Alfredo Stroessner de Paraguay, gracias a la gestión de un oficial paraguayo, compañero del Gral. Rafaél Adonis Porras, mi esposo, en la Escuela de las Agujas Negras de Brasil, que era ayudante del Gral. Stroessner».

–«Mi esposo andaba viajando por todos los países buscando dónde podría ser aceptado el General Somoza como exiliado. Cuando Adonis llamó a Paraguay a su compañero de Agujas Negras, resultó que era el ayudante del Presidente. Adonis le refirió la situación y le pidió que le concertara una reunión con el Presidente Stroessner. Su compañero le dijo que esperara una llamada telefónica, que iba a consultar. Al día siguiente Adonis recibió la llamada de su compañero, diciéndole que no era necesario que él viajara a Paraguay, que le dijera al Gral. Somoza que decía el Presidente Stroessner que sería bienvenido a Paraguay..

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Posted On 07 Abr 2014

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La enfermiza obsesión sandinista por Somoza

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Putín armará a Ortega con todo, menos aviones.

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Nicaragua debe trasladar la capital

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