EL PRIMER centroamericano que valoró el arte de la caricatura fue Rubén Darío, específicamente los desarrollados en Estados Unidos, España y Francia. En su semblanza «Mark Twain» (La Nación, Buenos Aires, 18 de mayo, 1896) aludió a los caricaturistas «que pululan en los diarios joviales de la tierra feliz del Uncle Sam».
Caricaturas estadounidenses
En ese texto, evocando su primera visita a Nueva York en mayo de 1893, revela: «Vi los diarios de caricaturas: el Puck, el Judge. Figuras de hombres políticos, aumentadas y satirizadas a pesados rasgos, vestidas de un cómico monstruoso por aquello lápices pícaramente grotescos, y no exentos de cierta natural ingenuidad. Además, los inevitables irlandeses y negros, cuerpos diminutos sobre zapatos gigantescos, caras de enormes monos, bocazas de hipopótamo. Para dar una idea de una mirada viva, se sacan los ojos fuera de las órbitas. Un puñetazo atraviesa un hombre: el puño sale por la espalda. No falta tampoco la coleta del chino, y el indio nativo, con su cresta de plumas. Bajo cada caricatura, una leyenda que corresponde al asunto. La gracia de la leyenda se ajusta exactamente a la gracia del dibujo».
Caricaturistas españoles: Ortego y otros tantos
En un segundo texto, aparecido también en La Nación (20 de julio de 1899), titulado «La cuestión de la revista. La caricatura» y que integraría un capítulo de su libro de España contemporánea (1901), refería: «La caricatura tiene por campo una o dos páginas de cada ‘almacén o revista ilustrada’. Casi siempre la política y la actualidad es lo que forma el argumento. Pero no existe hoy un caricaturista como el famoso [Francisco] Ortego [18331881], por ejemplo. Como todo, la caricatura ha degenerado también. Ortego, me decía justamente el Sr. [Luis] Contreras [18631953], director de la Revista Nueva [1899], ha sido el rey de la caricatura en España: ninguno de los otros puede compararse con él; él creó la semblanza de todos los políticos y monarcas, de todos los personajes de la revolución; él hizo a [Antonio de Orleans, duque de] Montpensier [18241890] imposible, con una caricatura». Y continúa Darío:
«Si analizáramos la influencia que ha tenido Ortego en el porvenir de la nación, nos horrorizaríamos. Es este pueblo impresionable. Una nota se agiganta y se hace un libro, un chisme se transforma en historia y una calumnia en débâcle inmensa. Más daño que todos sus enemigos le hicieron a Montpensier las caricaturas de Ortego, ¿fundadas en qué? Pues que Montpensier tenía una huerta de naranjas. «El rey naranjero». Esto bastó para desacreditarlo. Como bastó para hundir a D. Carlos [María Isidro de Borbón (17881855)] pintarle un día rodeado de bailarinas y suripantas».
El cronista de La Nación añadía: «Ortego, además de su intención profunda, tuvo una ventaja sobre todos, y es que dibujaba maravillosamente. Solía también encontrar el personaje un rasgo fisionómico para su caricatura, y acertaba tanto en la elección, que no era posible ninguna variante. Su [Ramón María] Narváez [I duque de Valencia (1799 1868)], su Prim, su Sagasta, su Isabel II, son inolvidables. Asimismo, se dedicó mucho a la caricatura de costumbres, en la que hizo prodigios. En esto era un inmediato descendiente de Gavarni [le llamaban «el Gavarni español»]. El pueblo de Madrid, con sus toreros, con sus curas, con sus manolas, sus majos, sus cursis, sus hambrientos, sus oficinas, sus teatros y sus verbenas, aparece y resucita en los dibujos de Ortego, que son para el historiador un documento de grandísima importancia. Hace algunos años se reunieron los dibujos de Ortego en álbumes especiales, pero la publicación, con ser de tanto interés para todos, no se hizo popular. El público estaba distraído en otra cosa».
Darío manifestaba también su conocimiento de otros tantos caricaturistas españoles a finales del siglo XIX: «[Manuel] Luque [de Soria (18541924)], [Tomás] Padró [18401877], [Daniel] Perea [y Rojas (18341909)] y [Juan] Alaminos [López (1845¿?)] han hecho casi solamente, la caricatura política. Menos hábiles en el dibujo, buscaban la intención en las ideas; sus caricaturas tienen más bilis que lápiz; demuestran sus odios políticos más que su arte. Iban solo a hacer daño; más que revolucionarios de su tiempo, eran anarquistas. Destruían con el ridículo, aumentándole a veces. Perea se dedicó luego a la especialidad de toros y sus dibujos de La Lidia han circulado por todo el mundo. [Eduardo] Sojo [18491908] ha sido también un político del lápiz; dibuja poco: todo el interés de su obra se basa en el pensamiento. [Ramón] Cilla [18591937] y [Eduardo Sáez Hermida] Mecachisis [18591898] explotan por algún tiempo la crítica de costumbres. Cilla inventa los personajes, mucho más que los toma de la realidad; ha creado varios tipos que repite constantemente. Así ha hecho Mars en París. Cilla es el dibujo en España algo como [José] López Silva [18611925, sainetista y colaborador del semanario satírico Madrid Cómico] en sus versos. Nada más alejado de la verdad, nada más falso que los chulos de López Silva, a quien llaman el heredero de D. Ramón de la Cruz [17311794]; y, sin embargo, se ha convenido en que los chulos de López Silva son los verdaderos, y por tales se les mira y admira; y queriendo hablar en chulo, la gente joven habla en López Silva. Lo mismo sucede con los dibujos de Cilla. Nadie es exactamente como lo que Cilla dibuja, pero, a fuerza de verla, parece más real su mentira que la realidad».
De los ocho caricaturistas aludidos, Darío se inclina por uno en especial. «Más humano es Mechanis; y como más humano es también menos monótono; como observa y copia, varía más. Después de Ortego, Mechanis. Todos los demás, excelentes periodistas. Ángel Pons, que ahora está en México, empezó bien; pero también tiene más ideas que dibujo; Ángel Pons tampoco es un observador. Y muy observador de la caricatura extranjera, como [Pedro de] Rojas [18731947] su discípulo. Puede decirse que casi todos los actuales dibujantes, se proveen de inventiva y de rasgos felices en las revistas de otras naciones. Apeles Mestres [1851936] y [José Luis] Pellicer [18421901] saben dibujar y dibujan en firme. Mestres ha hecho caricaturas admirables en los periódicos satíricos catalanes. Es un moralista, como casi todos los verdaderos caricaturistas. Es de recordar una caricatura publicada en La Estrella de Barcelona. Un coche fúnebre, con ocho caballos empenachados y otro con un jaco de mala muerte; y la leyenda: con mes rich mas besties: como más ricos más animales. Pellicer conoce su arte y estudia las costumbres. Sus dibujos son documentos y sus ilustraciones de obras admirables estudios. Para las obras completas de [Mariano José de] Larra [18091837] ha dibujado tipos que Fígaro pudo concebirlos; a Larra le ha hecho como era».
Termina Rubén Darío su completo panorama de la caricatura española de la que fue testigo. «Este último [el retrato de Larra] ha quedado definitivo para el creador, con un valor de época, inmutable. Pellicer ha superado en este al mismo [Luis de] Madrazo [18251897], [Joaquín] Moya [Ángeles (18¿?1925)] y Sileno [seudónimo de Pedro Antonio Villahermosa Borao (18691945)], [Pedro de] Rojas [18731947] y [Francisco] Sancha [18781936], trabajan profusamente y tienen bastante demanda; Sileno ilustra principalmente el Gedeón y sobresale en la sátira política. Sancha se ha hecho un puesto especial; apoyado en el Fliegende Blätter [semanario alemán de humor y sátira aparecido entre 1845 y 1944], y deformando, hace cosas que se imponen. Sus deformaciones recuerdan las imágenes de los espejos cóncavos y convexos; es un dibujo de abogotamientos o elefantiasis; monicacos macrocéfalos e hidrópicas marionetas. [Ricardo] Marín [Llovet (18741955)] estudia mucho, y apoyado en [JeanLouis] Forain [18521931] hace exclusiones al bello país de Inglaterra. Es un erudito de lo moderno, un simpático artista, cuyo modelo principal debe ser una elegantísima y singular mujer, apasionada de D’Annunzio y fascinada por París [Tomás Júlio] Leal da Câmara [18761948], portugués, joven, de indiscutible talento dibuja en Madrid, un tanto desganado, con el pensamiento puesto en [GustaveHenri] Jossot [18661951] a quien conoce, y animado por el espíritu de [George] Cruikshank [1792 1878], a quien seguramente ignora”
Caricaturistas franceses
En un tercer texto, el prefacio al álbum de un caricaturista uruguayo-argentino, Darío demostró poseer otra no muy común información acerca de los caricaturistas franceses, preguntando: «He de recordar las reflexiones que sobre el arte de la caricatura me hacía hace algún tiempo. ¿De dónde viene, decía yo, la invasión de la deformidad y el desdén del dibujo que se instala en casi todas las publicaciones en que aparecen trabajos de caricaturistas en Francia? Tened seguro que [Paul] Gavarni [18011862] se estremecería de horror y [Honoré] Daumier [18081879] de ira, ante lo que hoy, generalmente, prima en tales o cuales diarios o revistas». Y prosigue:
“Hay sus honrosas excepciones. el veterano Caran D’Ache [seudónimo de Emmanuel Poiré (18591909)] continúa con sus series manteniendo la típica gracia de sus monigotes. [Jules] Abel Faivre [18671945], que suele ser pintor de finezas y elegancias, en sus ‘cargas’ y ocurrencias es incisivo, casi feroz. [Jean-Louis] Forain [18521931], en cuatro rayas de lápiz renovadas de [Edgar] Degas [1834 1917], con magistral precisión persiste en sus comentarios a las comedias y a las tragedias de la política en su ‘dulce país’ [París]. [René Georges] HermannPaul [18641940] despierta la compasión por los desheredados y hace simpático al obrero, o demuestra un alma en la expresión de un rasgo fisonómico. [Charles Lucien] Léandre [18621934], con sus sabias exageraciones, se revela un maestro de filosofía jovial, y [Adolphe Léon] Willette [18571926] es un poeta, siendo desde luego, la encarnación de Pierrot [seudónimo, tema de los cuadros y título de un periódico de Willete]”.
Darío continuaba enumerando: «[Henri Maigrot] Henriot [18571933] renueva sus inacabables gacetillas; [Albert] Robida [18481926] es excelente en elegancias; [Henry] Gerbault [18631930] en cosas galantes. Hay productores de sonrisas y arranques alegres que demuestran amor al dibujo, respeto a la tradición artística, cuidado de su obra, que en vano buscareis entre la caterva de muchos recién aparecidos, introductores del yanquismo, sin la ciencia de algunos dibujantes yanquis, de la anarquía en la ejecución, de las síntesis ilógicas, de las deformaciones downescas. Hay cuatro años, sin ser el Bob de Gyp [Condesa de Martel de Janville, (18501932) cuyo seudónimo era Gyp]».
«Hay profesores de fealdad ––transcribo de nuevo a Darío en ‘El primer álbum de Pelele’, prólogo de 1906–– capaces de encontrar los más ridículos defectos en las figuras más hermosas, tal el insultante Sem [seudónimo de Georges Goursat (18631934)], cuyos álbumes se hojearán más tarde como curiosas colecciones de aspectos de monstruos humanos, como muestra de la degradación fisonómica del masochismo [masoquismo] de sus contemporáneos. [Auguste Jean Baptiste] Roubille [18721955] ejerce también de comprachicos [personas que se dedicaban a deformar niños para exhibirlos] del lápiz. Y estos son los más gananciosos y los que más figuran. No nombraré a otros especialistas en odiosos fenómenos, en sapos antropomorfos, en mal construidos macacos, en payasos hirientes. Aplican malamente las crudezas antiartísticas, caras a los reidores de Chicago, en una capital de finezas y de tradiciones espirituales como París».
Hasta aquí he reproducido casi todo el prefacio que escribió Darío para al álbum de Pelele [seudónimo del uruguayo Pedro Ángel Zavala (18871952)] Les Sud-Américains en Europe (París, Imprimerie A. MunierAtelier Alfred Tolmer, 1906). Y solo el último párrafo ––diez líneas–– consagró al mismo Pelele, de quien esperaba «saber sonreír sin degradar. Sus agudezas encierran el lado cómico de los sujetos ––lado cómico que como el trágico es inseparable de nuestra condición de hombres–– sin que haya el fragante rebajamiento estético que señala a otros humoristas. Tiene dignidad y conciencia mentales, lo cual es la mayor alabanza». Y esperaba, en fin, que Pelele aspirase a ser «un joven filósofo que con sus ricos dones gráficos cultive una de las variadas formas de la divina Alegría».
Pues bien, el caricaturista uruguayo fue uno de los pocos que caricaturó a Darío en vida: con sombrero, un bastón en la mano izquierda y un libro en la derecha; caricatura que se reprodujo en la revista bonaerense Caras y Caretas (núm. 440, 9 de marzo, 1907). Otro había sido el portugués Leal da Câmara, pintor hijo de hindú, exiliado de 1898 a 1900 en Madrid. Allí conoció a Darío y en 1902, en París, le hizo el retrato más deformante: un rostro en semiperfil y simplificado rasgo naturalista del aspecto físico del nicaragüense (ver la caricatura en la primera parte de esta Catedra Dariana, pag.10). Al filo de la caricatura, el retrato capta la identidad mestiza del poeta que luce reluciente sombrero de copa, cubriendo un cráneo de encrespado pelo castaño que cae sobre la frente hasta las líneas de las cejas. Carnosas orejas y una achatada gran nariz, la cara de Darío ––de prominente mandíbula con abultados mofletes–– la definen un bigote lacio y una espesa barba con tupido mentón a lo chivo. Se conserva en la casamuseo del artista de Rinchoa, Portugal (Jorge Eduardo Arellano: «Diez retratos de Rubén Darío en vida», Repertorio Dariano, 20112012. Managua, Academia Nicaragüense de la Lengua, 2012, pp. 249251).