El gran almuerzo a beneficio de la Asociación contra la Distrofia Muscular se celebró el domingo 21 de julio de 2002 en el Auditorio Victor E. Clark Education Center. 6200 S.W. 73 ST. En esa oportunidad fueron entregados los «Gina Sacasa-Ross Awards».
El nombre, por supuesto, es el de nuestra redactora de Sociales Nicaragüenses en los Estados Unidos, Gina Sacasa-Ross, mujer que padeció de distrofia muscular, y se enfrentó a su destino, con dignidad, con coraje, hasta con alegría, sin dejar de ayudar a los demás bajo el emblema retador de su invariable sonrisa.
GINA
Su palabra de seda es un esmalte
de suavidad para la misma seda.
No hay poderío que con ella pueda.
Nada consigue que su sonrisa falte.
En esa risa eterna, sol de agua,
Juguetean las hadas y los magos,
y vibran con su acústica los lagos
En el dariano azul de Nicaragua.
Esa es Gina, la alondra sonriente.
Es la Gina que emula con la fuente
y la fuente con ella se ilumina.
Que ponga zancadillas el destino.
las piedras son las flores del camino
ante una flor perseverante: Gina.
(Publicado en El Diario de Las Américas por el recordado poeta cubano Luis Mario, en su sección “Y nació un poema”, domingo 21 de julio, 2002).
AHORA QUE VUELVO, MADRE
«Ahora que vuelvo, madre», es un libro existencial, vívido y vibrante, salpicado de tiernas anécdotas, salido de la pluma de Gina Sacasa-Ross, nuestra querida prima. Comenzó a escribirlo hace unos años, años que han sabido de su resistencia física y tesón de artista para empezar y, tras las pausas, regresar a la obra. El escritor cubano Norberto Fuentes dijo con euforia después de reeditar un libro que desde varios años atrás ya era conocido: «Acabo de terminar mi libro que fue editado en 1984, en una primera edición, y hoy de nuevo lo anunció como si acabara de terminarlo».
Según él, el escritor nunca finaliza su obra, lo cual es apenas cierto. La tarea del que escribe se expande cuando la revisa, la corrige, se separa del relato en el tiempo y el espacio, la pule para darle brillo, la acaricia con parsimonia, palpa sus contornos, buscando cómo acercarla aún más al sentimiento y a la realidad, realidad que en el caso de Gina es una de dolor, decepciones, lágrimas y nostalgias. Nostalgias que nos traen en el éter el ronco tañido de las campanas de la vetusta Catedral leonesa, el sonido que salta de las empedradas calles coloniales, el susurro de los lagos y el resplandor de los volcanes de nuestra identidad, muy por encima y a pesar del estruendo y la borrasca de una revolución falseada y malograda.
Y así, como un hálito, ella regresa al regazo donde nacen los sueños, el regazo de una madre. Toda mi admiración para Gina por su sensibilidad, constancia y valentía que la empoderan en esta obra que nos regala con amor.
Porfirio J. Gómez, 15022020