EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1856 SE INICIÓ LA LIBERACIÓN DE CENTROAMÉRICA EN SAN JACINTO
Calificada como «El Maratón de América», la gesta que glorificó las armas y la milagrosa unidad nicaragüense, se produjo en la acción de La Batalla de San Jacinto. Esta batalla, tuvo sus raíces en el robo de ganado ordenado por los filibusteros para obtener la carne de res para los steaks de los piratas norteamericanos. Walker mandaba partidas de cuatreros protegidos por rifleros a robar ganado a las haciendas del Llano de Ostócal, la planicie sabanera de pastizales ganaderos al Norte de Tipitapa.
Los ganaderos eran robados sin poner resistencia por temor a los cuatreros armados, pero hastiado de los robos, el ganadero José León Zelaya, decidió pelear, organizó un grupo armado con su mandador y sus campistos, les puso una emboscada a los cuatreros, en la que mataron a Ubaldo Herrera, un renegado granadino lacayo de los filibusteros. La sorpresiva emboscada provocó una estampida, los campistos continuaron disparando y los cuatreros huyeron despavoridos, varios de ellos heridos y dejando en descampado el cadáver de Herrera.
Los ganaderos esperaban la segura represalia de los filibusteros, y pidieron al Gral. Tomás Martínez alguna protección del gobierno. La misión protectora fue encargada al Cnel. José Dolores Estrada Vado, e hizo cuartel en la Hacienda San Jacinto, finca pecuaria de don Miguel Bolaños, para defender las ganaderías del Llano.
Primer combate en San Jacinto el 5 de septiembre de 1856
El 5 de Septiembre de 1856, una tropa de 40 filibusteros se dirigió a San Jacinto con la pretensión de atacar y aniquilar al contingente nicaragüense que comandaba el Cnel. José Dolores Estrada atrincherados en la Hacienda San Jacinto. Un vigilante en la cima del cerro dio la alarma al avistar a los filibusteros.
El Tnte. Cnel. Edmund H. McDonald había salido de Granada al mando de la patrulla, llevando como subjefe al Capitán William P. Jarvis. Llevaban instrucciones de ser implacables.
Los observadores avistaron a los filibusteros que llegaban en la bruma del amanecer. Los atacantes se aproximaron sigilosamente a la casa-hacienda y cuando estuvieron al alcance de los viejos fusiles de chispa de los nicas, tronó la descarga y los yankees recibieron una nutrida lluvia de plomo. Los filibusteros fueron obligados a retroceder, pero volvieron al ataque. Los nicas se defendieron y se estableció un intercambio de fuego. Se combatió violentamente. Los nicaragüenses pasaron de la resistencia a la ofensiva y los filibusteros se batieron en retirada, francamente derrotados, llevándose a sus heridos, entre ellos mortalmente al Capitán Jarvis. De la parte de los patriotas resultó muerto el cabo Justo Rocha y un herido: Abelardo Vega, de Masaya, que posteriormente fue curado.
El abastecimiento de carne se impidió totalmente, pero, más importante: la alarma cunde en las filas walkerianas. Los nativos han retado al invasor. McDonald regresa derrotado a enterrar el cadáver del Capitán William P. Jarvis. Fue una doble derrota, militar y moral para los filibusteros.
William Walker estaba furioso. Se imponía, aniquilar al enemigo de San Jacinto. Organizaron una tropa mayor para un ataque a escala, arrasar a los patriotas… y poder comer carne.
Lo mismo pensó el Cnel. Estrada Vado y pidió refuerzos. Logró completar hasta 120 hombres entre oficiales y soldados. Llegó además un refuerzo el 11 de Septiembre: 60 indios flecheros al mando del Mayor Francisco Sacasa, aumentado a 180 el número de combatientes. Con ese contingente, más el coraje inflamado por el patriotismo, Estrada esperó la inevitable llegada del enemigo.
Walker estaba furioso. El problema de la comida era muy serio, pero era más serio el atrevimiento de los indios nicaragüenses que habiendo logrado atacar con éxito a los filibusteros, perdieron el miedo a las armas modernas y a la «superioridad» de los invasores.
Walker organizó una expedición punitiva, con ribetes de cacería implacable, y para estimular la codicia de sus filibusteros, les ofreció que arrebatará a sus dueños las haciendas y se las dará en propiedad a los que participen en el asalto a la hacienda San Jacinto… pero después de obtener la victoria…
La expedición de 300 filibusteros llegó a Tipitapa. Marcharon de noche y llegaron a San Jacinto en la madrugada. Byron Cole fue el Jefe de la misión, junto con el Tnte. Robert Milligan y el comerciante Wiley Marshall, como segundo jefe. Los jefes tenían más perspectivas de beneficios mayores en la piñata de repartición de las haciendas.
El Cnel. José Dolores Estrada Vado recibió la primera noticia del avistamiento de la columna enemiga, en un informe que le llevó el cabo Faustino Salmerón, galopando velozmente hasta la casa-hacienda.
La Batalla de San Jacinto
Pasadas las cinco de la mañana, con un amanecer brumoso, el 14 de Septiembre de 1856, aparecieron las fuerzas filibusteras por el sendero y se lanzaron al campo abierto del potrero en tres columnas contra los defensores atrincherados.
Una columna bajo el comando de Byron Cole, Wiley Marshal y Robert Milligan, atacó el flanco derecho de los patriotas que estaban bajo el mando del Capitán Liberato Cisne.
La segunda columna bajo las órdenes J. C. O’Neal, atacó el centro de las defensas nicaragüenses que estaban comandadas por el Cptn. Francisco de Dios Avilés, nativo de Managua.
La tercera columna dirigida por Lewis D. Watkins, atacó el flanco izquierdo, que defendían los oficiales nicas Cptn. Francisco Sacasa, Tnte. Alejandro Eva, Tnte. Miguél Vélez, y Tnte. Adán Solís. El Cnel. José Dolores Estrada y el Tnte. Cnel. Patricio Centeno, se movilizaban por los corredores de la casa-hacienda girando las órdenes.
Cada columna filibustera constaba de 90 a 95 hombres, no todos norteamericanos, sino también renegados de Granada y Masaya, y de otras nacionalidades. El Cnel. Estrada había preparado la defensa de la hacienda, exactamente en la misma forma en que los enemigos ejecutaron su ofensiva. Los patriotas estaban peleando en condiciones inferiores:
1) Contaban con menos hombres: menos de 200 contra cerca de 300 filibusteros. 2) Las armas de los nicas eran antiguos fusiles de chispa que debían cargarse por el cañón con un taco de pólvora, un balín, apretados con baqueta; machetes o cutachas, pistolas de dos tiros y flechas. Los filibusteros portaban fusiles de retrocarga Mississippi y revólveres Colt de seis tiros.
Las tres columnas de los piratas avanzaron. El Cnel. Estrada ordenó no abrir fuego hasta tener a los enemigos a tiro. Al iniciarse el fuego la descarga fue estruendosa y unísona. Habían 40 o 45 nicaragüenses defendiendo cada flanco. Byron Cole sostuvo la ofensiva en los tres flancos. La balacera se mantuvo por casi dos horas, hasta que Cole se convenció de la inutilidad del ataque frontal, al no poder romper las defensas de los patriotas y ordenó un repliegue. Cole analizó el fracaso de la ofensiva. Los filibusteros decidieron concentrar todos sus esfuerzos sobre el flanco izquierdo que era el más débil. Los soldados nicas tuvieron tiempo para la lenta operación de recargar sus guatuseros de chispa. Entretanto Estrada planeaba cómo golpear al enemigo por la retaguardia…
Los filibusteros atacaron nuevamente a las 8:30 de la mañana, con tres columnas, pero a la mitad del campo evolucionaron con rapidez y se unieron en una sola concentrando todo el empuje sobre el flanco izquierdo de los débiles corrales de ordeño.
Cuando los piratas estaban cerca para ser alcanzados, sonó la descarga sembrando de bajas al enemigo. Los atacantes respondieron y una bala mató al Cptn. Francisco Sacasa y otra hirió a Salvador Bolaños, pero se impidió el avance de los filibusteros. Sin tiempo para recargar, los nicas sacaron a relucir sus cutachas, machetes y bayonetas. Los piratas disparaban sus modernas armas, causando bajas.
Estrada ordenó la lucha «cuerpo a cuerpo». Venancio Zaragoza peleaba con ímpetu, la lucha era total y a muerte. El Sargento, Andrés Castro se enfrentó a un walkeriano armado de revólver que le apuntaba a su pecho; no tuvo tiempo de recargar su chispero ni lo tenía al alcance de su cutacha; antes de que el yankee le disparara, impelido por la instintiva defensa de su vida, recojió una piedra y veloz como un relampago, lanzó la piedra impactando frontalmente la cabeza del invasor, destrozándole el cráneo.
En disparos simultáneos y a boca de jarro, intercambiando sus vidas, cayeron muertos en acción el Sub Teniente Ignacio Jarquín y el Cptn. Lewis D. Watkins. El Coronel Estrada recorría las filas de los patriotas al tiempo que disparaba sobre el enemigo, ordenando a los oficiales y soldados del flanco derecho que se mantuvieran sus posiciones y resistieran.
Los invasores avanzaron. Byron Cole y sus lugartenientes se tomaron el corral de ordeño y dieron la orden de entrar a la casa-hacienda por asalto. Estrada arengó a resistir por Nicaragua. En el fragor del combate, llenó de euforia y desesperación, Calvin O’Neal cree que la victoria filibustera está consumada y presiona para el asalto definitivo; pero la determinación de cuatro Tenientes de la patria: Manuel Marenco, Alejandro Eva, Miguel Vélez y Adán Solis, respondieron a las órdenes de Estrada, resistiendo con furia sobrehumanas, combaten dispuestos a morir en sus posiciones. El coraje de estos cuatro héroes infundió ánimo y pasión por la lucha en los nicaragüenses, logrando rechazar el asalto final, causándole grandes bajas al enemigo.
Durante toda la acción, Estrada mantuvo la posición de las escuadras en la lucha en el flanco derecho al mando del Cptn. Liberato Cisne. Y llegó el momento de poner en marcha el plan de atacar la retaguardia del enemigo.
Cisne, Siero y Fonseca cumplen las órdenes a cabalidad mientras la pelea continúa en el flanco izquierdo, donde los nicas mueren y matan, los tres oficiales con sus escuadras dejan sus trincheras del flanco derecho, ocultándose de la vista del enemigo se desplazaron tras los corrales de piedra, bordearon el campo de batalla y se internaron en el bosque matorraloso hasta el pié del cerro San Jacinto.
Oculto, entre el bosque, los Oficiales nicas descubrieron una partida de potros de la remonta caballar que se habían refugiado entre los matorrales temerosos del fragor de la batalla. Los patriotas iniciaron su ataque por la retaguardia arreando a los potros de San Jacinto, logrando provocar una estampida. Junto con la remonta despavorida salieron del bosque los soldados gritando a todo pulmón. Las mulas y los machos les protegen como trincheras móviles.
Con gran alboroto hombres y animales al tropel, sorprenden a los filibusteros atacando con pasión y furia su retaguardia, disparando sus pistolas y guatuseros, blandiendo cutachas y gritando «¡Viva Nicaragua! ¡Viva Martinez!». Se referían al Gral. Tomas Martinez, Jefe del Ejército del Septentrión. Los filibusteros sorprendidos se llenaron de pánico y huyeron aterrorizados creyendo que había llegado un gran ejército de refuerzo para auxiliar a los patriotas que estaban a punto de sucumbir. Los yankees corrieron despavoridos, buscando como escapar.
Gritos de júbilo y orgullo salieron de las gargantas de los patriotas. La victoria insustituible fruto estaba alcanzada.
El Coronel Estrada reorganizó a sus oficiales y soldados; y ordenó de inmediato la persecución y aniquilamiento del enemigo que huía desbandado: .
Estrada no quería cometer el mismo error del Presidente Rafaél Mora en Rivas, que dejó escapar a los filibusteros tras ganar el combate, sin darles persecución y alcance para aniquilarles.
José Dolores Estrada Vado, al contrario de Mora, ordenó: «Persíganlos, alcáncenlos y ahórquenlos, hay que ahorrar municiones».
El intrépido Coronel Estrada montó el veloz caballo de Faustino Salmerón y persiguieron a los enemigos por cuatro leguas hasta la hacienda San Ildefonso. Ahí mató el mismo Cabo Salmerón, con su cutacha a Byron Cole, Jefe de los filibusteros, despojándolo de su rifle y dos revólveres.
Otro grupo encabezado por el Capitán Bartolomé Sandoval correteó a los filibusteros y al que iban capturando lo ahorcaban en el primer árbol.