Desde el Inicio del Complot se unieron a los Discípulos Marxistas. ¿Cómo se destruye una nación con cuarenta y cinco años dictatoriales?
Fueron momentos de asombro. Tanto los líderes revolucionarios que propugnaban llegar primero, como los que estaban en la frontera Sur y sobre todo los que se habían refugiado en Miami. Traidores como siempre. El presidente había renunciado el 16 de Julio ante el Congreso y el 17 de Julio con la plana mayor del ejército y los ministros aterrizaban en Miami. El día 20 de Julio con la plaza de la República abarrotada y en una muestra inicial del fascismo predominante, los abanderados y esclavistas de voluntades resaltaban el negro y rojo.
Después se destapó el pacto. Como factótum del dictador caribeño se amamantaron con la clase oligárquica y continuista, en una mezcolanza sin precedentes propio de una codiciosa y mezquina utilidad. Diez años ─la noche más oscura─ de corrupción, asalto miserable, sórdido y sombrío donde los depredadores de las riquezas, laboradas por una generación de clase media liberal que había logrado que Nicaragua fuera El Granero de Centroamérica.
Se repartieron con insaciable y ávido exceso los bienes ajenos y para lograrlo, todos, todos ellos en una increíble componenda y despreciable odio, persiguieron sin piedad a todos los que les querían despojar de sus inversiones y valores y los orillaron hasta convertir la expulsión de su tierra, su casa, sus herencias y su familia, en el éxodo más desproporcionado jamás visto en América, de más de un millón de expatriados a quienes registraban hasta en las partes nobles para despojarlos de todo cuanto tenían de valor comercial, aunque fuera un recuerdo de familia.
Y esa componenda de corrupción permanente dilató, aún cuando los agitadores pierden el poder político y junto a sus mismos aliados comerciales gobiernan desde abajo hasta recuperar nuevamente el cetro de poder y de mando por la traición de un títere que les permite mañosamente regresar a la dominación junto con la Policía y el Ejército y con ese aval completar la friolera de cuarenta y cinco años en el poder.
Podemos perdonar a quienes nos infringieron tantas perversidades, pero no podemos olvidar.
Si bien es cierto que convertimos nuestra desventura en trabajo de familia para recuperar nuestro estatus económico, fue en base a mucho sudor, lágrimas y sangre derramada. Todos cometemos errores, somos humanos. Somos los que tropezamos con la misma piedra. Por eso no podemos hacer caso de la fanfarria armamentista y depredadora de los nuevos exiliados, cómplices de ellos. No, no sin antes saber de un Programa de Reconciliación Nacional que tome en cuenta a nuestros nicaragüenses que viven en Nicaragua y que tienen muchas ventajas que conservar en virtud de avances sociales que los ha dignificado e incorporado con esperanzas para el futuro. Acaso nosotros no fuimos somocistas, bien ellos son ahora sandinistas. Después de cuarenta y cinco años. Nicaragua debe de ser para todos los nicaragüenses.
El exilio de nosotros los nicaragüenses, sea en donde estén, no puede incorporarse a los llamados propagandísticos de quienes fueron nuestros verdugos. No nos equivoquemos nuevamente. ¡Nos ha costado mucho nuestra independencia! Ellos, los nuevos expatriados y muchos más, son los mismos. Los traidores nuevamente en Miami buscando como engañar y de paso iniciar el reclamo de lo de ellos que fue robado por otro gobierno que se los decomisa. Fue execrable conocer la despiadada alianza de los sandinistas revolucionarios con la oligarquía conservadora dejando a un lado al liberalismo, más afín a las ideas sociales que habíamos adelantado tanto en nuestro país con las administraciones liberales nacionalista, aunque el sandinismo, al llegar al impensado poder, se nutrieron de las bases somocistas locales en cada Departamento liberal.
Pero la consigna para despojarnos era, como desde la época de Zelaya. El exilio forzoso.
La ingratitud la iniciaron en la familia Sacasa. Sin olvidar ese profundo resentimiento contra Anastasio Somoza García por su enlace con doña Salvadora. Siempre por sus ambiciones de poder los Sacasa han destruido junto a los Chamorro a Nicaragua.
Se adelantó ese analista profundo del ser nicaragüense, el poeta Eduardo Zepeda Enríquez. Al señalar que como pueblo hacemos gracia de nuestra desgracia. “Los Chamorros llegan a nuestra ─tierra de promisión─ entre 1729 y 1731; los Sacasa algo después. Aquellos cimentaron su fortuna en la agricultura, y estos, en el comercio. Los unos se distinguen por ser inflexibles; los otros, en cambio, por su ductilidad. Los primeros son granadinos y conservadores a machamartillo; mientras que los segundos, originalmente conservadores y granadinos (oportunista diría yo) han sido luego los ─” patriarcas”─ de nuestro liberalismo leonés”.
Estas dos familias cuyos apologistas expresan: “ha sido dibujada la figura de Don Fruto (Chamorro) como uno de esos predestinados históricos por designios de la Providencia.”
A los Sacasa se les atribuye el secretismo, el ocultismo y sus tácticas de cortina de humo. Parecieran nigromantes o alquimistas “dorando el no” y se prefería eventualmente al sí de cualquier petición. Es conocido el comentario de D. Roberto al negar un pedido de ayuda a un correligionario, enseñando un zapato cuya suela estaba carcomida y rota. ─ ¿Ves, decía: cómo te puedo ayudar si este puesto (Presidente de la República) no da ni para reparar mis zapatos?
No, no debemos olvidar que entre estas dos familias de ─origen divino─ para seducir a nuestro pueblo creyente, han destruido nuestro país y nosotros, en el exilio, debemos tener la convicción de que estos dos apellidos los Sacasa y los Chamorro, como los Montescos y Capuletos en trágica rivalidad, sólo desgracias han ocasionado al pueblo nicaragüense. Son una blasfemia.
Aldo A. Guerra Duarte
A los dos días del mes de julio, 2024
Anthem, Arizona, USA